París, 5 abr (EFE).- Emmanuel Macron cierra un mandato que auguró una «revolución» a los franceses y donde su enfoque pragmático de gobierno, con elementos de izquierda y de derecha, le ha permitido sobrevivir a las grandes crisis de su quinquenio pese a un balance de claroscuros.
Llegó al Elíseo en mayo de 2017, a los 39 años, e intenta renovar el cargo en los comicios de este próximo domingo como favorito en los sondeos y de nuevo con la ultraderechista Marine Le Pen como principal rival.
El antiguo ministro de Economía del socialista François Hollande prometió en su anterior campaña una «ruptura» en el ejercicio del poder, dispuesto a restaurar la autoridad de su rol frente a la presidencia «normal» defendida por su antiguo jefe, pero la realidad chocó con sus aspiraciones «jupiterianas».
El «caso Benalla», desatado después de que su exresponsable de seguridad agrediera a manifestantes en mayo de 2018 haciéndose pasar por policía, provocó su primera mácula, y la crisis de los «chalecos amarillos» primero, las protestas contra su gestión de la pandemia y la irrupción de la guerra después han añadido piedras en su camino.
Macron asumió el mando «con un proyecto de progreso», según indicó este pasado sábado en su único gran mitin de campaña, y dice no haber renunciado a ese objetivo para el que, como afirmaba en 2017, elige, «como De Gaulle, lo mejor de la izquierda, lo mejor de la derecha e incluso lo mejor del centro».
AMBIGÜEDAD DELIBERADA
Ese «al mismo tiempo» se convirtió en una de sus coletillas favoritas y también en objeto de crítica por parte de sus detractores, que le achacan una ambigüedad que a sus ojos no le ha hecho dejar de ser «el presidente de los ricos».
«En ciertos temas tiene un discurso un poco fluctuante. Si es reelegido se podrá decir que ha sido una ventaja. Si no lo es, o si no obtiene mayoría parlamentaria, que ha sido un fracaso», explica a EFE el politólogo Gil Delannoi, investigador y profesor en la Universidad de Sciences Po.
El deseado fin de la brecha entre izquierda y derecha quedó simbolizado por la presencia el sábado de dos antiguos jefes de Gobierno: Manuel Valls y Jean-Pierre Raffarin, primeros ministros, respectivamente, del socialista François Hollande y del conservador Jacques Chirac.
Por detalles como ése y por un programa que mantiene los guiños a ambos bandos. Quiere elevar la edad de jubilación a los 65 años, frente a los 62 actuales, pero asegura hacerlo para poder financiar así todos los «avances»: «No hay Estado fuerte sin una Francia que produzca y trabaje», apunta.
De las 400 promesas efectuadas hace cinco años ha cumplido 171 e incumplido 124, según la web luipresident, un proyecto de la Escuela Superior de Periodismo de Lille. El resto se han respetado solo parcialmente o no han podido medirse.
Reducir el impuesto de sociedades del 33 al 25 % o ampliar de 12 a 14 semanas el plazo para abortar son algunas de las metas alcanzadas, frente a la creación de 15.000 plazas de prisión adicionales, la reducción del número de parlamentarios en un tercio, la contratación de 5.000 nuevos profesores o el cierre de todas las centrales térmicas de carbón.
QUINQUENIO DE PROTESTAS
La contestación callejera o la propia actualidad, como la invasión de Ucrania, le han obligado en otros casos a salirse de la ruta.
Los «chalecos amarillos» consiguieron anular en 2019 el aumento de los impuestos sobre los carburantes y, para contrarrestar la subida de los precios de la energía y de los alimentos como consecuencia de la ofensiva rusa, Francia ha presentado un plan de choque de unos 28.000 millones de euros (unos 30.900 millones de dólares).
La imagen pública de Macron, deteriorada con el surgimiento de los «chalecos» o con su frustrado proyecto de reforma de las pensiones, ha ganado respaldo con la crisis de la covid o con su esfuerzo diplomático frente a la guerra.
Según un estudio de la fundación Fondapol, la proporción de electores satisfechos con su acción pasó del 29 al 35 % entre enero y septiembre de 2020, al 40 % en septiembre de 2021 y al 45 % este marzo.
Pero el partido con el que se lanzó a la política, La República en Marcha (LREM), no ha logrado implantarse en las distintas elecciones locales o regionales, por lo que la fortaleza o debilidad de su propuesta sigue radicando en el presidente.
Los cambios en su estilo de gobierno que pueda haber en caso de un segundo mandato, la predisposición hacia una mayor participación ciudadana, dependerán en gran parte del respaldo que alcance en las urnas.
Para Macron, de nuevo por encima de divisiones partidistas, la votación de este abril es en el fondo bastante sencilla: «Es el combate del progreso contra el repliegue. ¿Queréis una Francia de la paridad, de la ecología y del progreso? ¡Entonces ayudadnos!», sostuvo el sábado ante la militancia.
Marta Garde