Torkham (Pakistán), 1 nov (EFE).- Haibat Khan es uno de los miles de afganos que estos días deshacen el camino que recorrieron en las últimas décadas, cuando huyeron a Pakistán empujados por la inestabilidad en su país, entre las prisas por cumplir el ultimátum de Islamabad y el temor al régimen talibán de Afganistán.
Pese a pasar prácticamente toda su vida en Pakistán, donde su familia emigró hace más de cuatro décadas cuando todavía era un niño tras la invasión soviética de Afganistán en 1979, Khan es uno de los 1,7 millones de afganos indocumentados que ahora se ven obligados a abandonar el país para evitar ser deportados, después de que esta pasada medianoche expirase el plazo que Islamabad les concedió para salir voluntariamente del país.
Para ello, abandonó su hogar en la ciudad norteña de Peshawar y se dirigió con su familia, que incluye a tres hijos nacidos en suelo paquistaní, al concurrido paso fronterizo de Torkham, donde miles de afganos como ellos esperan estos días su turno para ser registrados por las autoridades y regresar, a su pesar, al país del que ya escaparon.
Una prisión para sus hijas
Pero lejos de dejar una vida llena de penurias en Pakistán por su condición de refugiados, lo que más teme este padre de familia es la situación que encontrarán, especialmente sus hijas, a su llegada a Afganistán, bajo el estricto régimen de los talibanes.
«En la guerra, un día mueres, pero bajo los talibanes viviremos y moriremos todos los días», dijo a EFE Khan, poco antes de cruzar definitivamente la frontera.
Más allá de no poseer tierras ni propiedades en Afganistán, este padre de familia lamentó la dura vida que espera a sus dos hijas, condenadas al ostracismo por las severas leyes de los talibanes contra las mujeres, que les impiden acceder a la mayoría de empleos o estudiar más allá de la educación primaria.
«Mis hijas estaban estudiando aquí y tendrán que abandonarlo cuando lleguen a Afganistán», continuó Khan, lamentando que Pakistán no permitiera a sus hijas quedarse «sólo para poder continuar sus estudios».
La llegada de los talibanes al poder en agosto de 2021 cambió el panorama en Afganistán, y dio paso a un Gobierno interino que progresivamente ha ido reprimiendo los derechos de las afganas, hasta el punto de apartarlas casi por completo de la vida pública.
Una vida que para sus hijas será como ir la cárcel, según Khan, que no comprende el estricto modo de vida que los talibanes imponen a toda la sociedad afgana, sin futuro por la profunda crisis económica y humanitaria que agravó la llegada de los fundamentalistas.
Caos en la frontera
El Gobierno paquistaní anunció el pasado 3 de octubre que deportaría a todos los migrantes indocumentados que no abandonasen Pakistán antes del 1 de noviembre, un plazo exiguo que se cumplió la pasada medianoche y que lanzó a miles de afganos refugiados en Pakistán hacia la frontera, colapsando los principales cruces.
Este caos propició que las autoridades ampliasen ayer el plazo un día más, informando de que no comenzarían con las deportaciones de afganos hasta este jueves, pese a que hoy dieron por comenzado el proceso de expulsión y comenzaron a detener y trasladar a centros a los primeros migrantes indocumentados, desde donde serán trasladados posteriormente a sus naciones de origen.
Pakistán, como otros estados en el Sur de Asia, no es parte de la Convención sobre refugiados de la ONU de 1951 y carece de una legislación específica para este colectivo.
Según datos oficiales, antes del ultimátum había alrededor de 4,4 millones de afganos en Pakistán, incluidos 1,7 millones no registrados. Más de 600.000 personas huyeron de Afganistán a Pakistán después de que los talibanes tomaran el poder en agosto de 2021.
Según el Ministerio del Interior paquistaní, 140.322 migrantes en situación irregular han abandonado su territorio y «regresado voluntariamente a sus países».
Amjad Ali