Javier Herrero.
Madrid, 25 sep (EFE).- «Creo que mi vida tiene mucho de comedia. También de tristeza y oscuridad, reflejadas con frecuencia en las canciones», escribe el músico Pete Doherty en el prólogo de su biografía autorizada, cuya primera versión en español acaba de ser publicada bajo el título de «Un chaval prometedor».
Como en su música, hay mucho de comedia, tristeza y oscuridad en estas páginas editadas por Alianza Editorial y que son fruto de setenta horas de conversación con el periodista Simon Spence en la resaca de la pandemia, en marzo de 2021, cuando, como declara el miembro de The Libertines y Babyshambles, llevaba «más de un año» sin tomar drogas, «lo cual es un milagro».
Con esa «honestidad salvaje» pero sin «intención alguna de molestar», Doherty (Hexham, 1979) inicia el relato de su vida desde su infancia en el seno de una comunidad católica irlandesa forzosamente nómada por el trabajo de su padre, un militar sensible y protector, pero a la vez muy estricto que años después lo repudió por consumir drogas públicamente.
Fan adolescente de la literatura, especialmente de Beckett y de Orwell, como primeros ídolos musicales cita a The Smiths en un tiempo en el que quienes triunfaban eran Oasis («Pero Oasis no iba conmigo realmente», señala).
«Recuerdo ver la contraportada del primer álbum de Supergrass, 'I Should Coco', donde salen todos sudados con su ropa cool, una foto posconcierto, y pensar: Sí, esa es la vida que quiero», rememora sobre cómo empezó a encauzar su vida hacia este mundo y, en paralelo, su caída a los infiernos.
Spence, redactor de medios reputados como NME o The Face, señala al respecto que su intención ha sido escribir «una historia sin blanquear, en un intento por hacer algo que suene verdadero y que haga justicia a su música, su espíritu eléctrico, su enorme talento, su encanto, su actitud y su ingenio».
Bajo la influencia de diversos estupefacientes, narra por ejemplo su detención en 2019 en París hasta en dos ocasiones en menos de 48 horas, cuando acabó a golpes con un hombre y orinando sobre el mostrador de una comisaría, donde pasó tres días encerrado oliendo a orina y repudiado hasta por sus compañeros de celda. «Una situación absolutamente vergonzosa», concede, por la que fue condenado a 3 meses de prisión.
Amy y Kate.
Respecto a algunos de sus momentos más bajos, confiesa cómo llegó a vender una foto suya drogándose a cambio de 6.000 libras para saldar una gran deuda con un traficante. No fue la única: en otro punto reconoce ese fue el objetivo del dinero recaudado en la subasta del famoso cuadro hecho con sangre de Amy Winehouse.
Especialmente interesante es el relato sobre su cruce con ella, una persona a su altura (incluso más) en la predisposición para el desastre, en una época en la que estaba «pasada de medicación y metadona». «Intentar hace música con ella era como una batalla campal entre sus excesos y su genio creativo», recuerda, antes de exonerarse de haber sido la persona que llevó a la intérprete de «Back to black» «por el mal camino».
«Me pedía mucho que la inyectara, cosa que yo me negaba rotundamente a hacer. Siempre le decía que ni de coña, que ni en un millón de años», afirma Doherty, que a la muerte de Winehouse lanzó en su memoria «Flags of the Old Regime» y cedió todos sus ingresos a la fundación a su nombre.
Otra parte sustanciosa de sus memorias tiene que ver con su noviazgo con la supermodelo Kate Moss, lo que hizo que la prensa sensacionalista pusiera mucho más el foco sobre su vida y excesos. «El novio yonqui de Kate», llegaron a publicar.
«Desde su punto de vista, ella había pasado años construyendo un imperio -una imagen prístina- y luego aparezco yo sin entender en absoluto cómo trabaja su gente con los medios. Yo creía que simplemente podíamos intentarlo como pareja y a tomar por culo lo demás. (…) Lo más importante para Kate era que no la tomaran por una puta. Era su frase favorita», escribe a modo de resumen sobre el principal conflicto entre ambos en sus dos años y medio de relación.
Especialmente controvertidas fueron aquellas imágenes en las que se veía a Moss esnifando cocaína durante una sesión de Babyshambles, una filtración que arruinó muchos de los contratos de la modelo con grandes firmas y de la que él también se declara inocente.
El libro, en realidad, viene a confirmar que el caótico mundo personal de Doherty entre conciertos, canciones y proyectos musicales diversos no era tan excepcional en la escena londinense del momento, solo que la adicción y quizás su falta de pudor público lo convirtieron en una caricatura que opacó al hombre de talento.
«Todo ha cambiado mucho, todo se ha calmado», asegura en el momento de dar forma a estas páginas, una situación que, de acuerdo con entrevistas recientes, mantiene gracias a una vida tranquila de retiro en Francia tras dejar atrás a Pete y abrazar a «Peter».