«Rusalka», la sirenita de Antonin Dvorak convertida «quizás en la ópera más querida del repertorio checo» y una de las más «memorables» de la historia del género, con «sus 15 minutos finales sublimes», regresa la próxima semana al Teatro Real «después de una ausencia increíblemente prolongada de casi un siglo».
«Es un acontecimiento mayúsculo», ha destacado hoy ante los medios Joan Matabosch, director artístico de la institución, ante esta nueva producción propia elaborada en colaboración con la Säschsische Staatsoper de Dresde, el Teatro Comunale de Bolonia, el Gran Teatre del Liceu de Barcelona y el Palau de les Arts Reina Sofía de Valencia, en los que recalará tras su estreno en Madrid.
En la capital española permanecerá durante diez funciones entre el 12 y el 27 de noviembre, bajo las órdenes del británico Ivor Bolton en el apartado musical y del alemán Christof Loy en lo escénico, con la soprano bielorrusa Asmik Grigorian y la rusa Olesya Golovneva en el papel de la mitológica critura protagonista y con el tenor estadounidense Eric Cutler y el británico David Buttphilip como el príncipe del que cae rendida.
Y es que «Rusalka» está inspirada en la leyenda centroeuropea que a su vez llevó a Friedrich de la Motte Fouqué a escribir el libro «Undine» (1811) y a Hans Christian Andersen el aún más célebre cuento de «La sirenita» (1837), sobre una ninfa u ondina que decide abandonar su mundo acuático a costa de su voz en busca del amor y de un alma humana.
«Nos permite entender las contradicciones del mundo, en cuanto trata de ese viaje psicológico con momentos felices y de rechazo, hasta que la protagonista se da cuenta de que el alma que buscaba ya la tenía, porque la esencia de un ser humano se basa en su capacidad de perdonar», ha subrayado Loy a los periodistas.
Uno de los principales retos en esta producción para el escenógrafo germano, elegido director del año en diversas ocasiones por la revista «Opernwelt» y en los International Opera Awards de 2017, ha sido la representación del lago del que surge Rusalka y en el que convive con sus hermanas y su protector padre Vodník.
«Ese entorno natural es un lugar de sueños y pesadillas a la vez y, en ese sentido, es como un escenario», ha explicado Loy sobre su decisión de trasponer a un teatro abandonado ese mundo mágico y acuático que le ha permitido, por otra parte, subrayar «la diferencia de clase» subyacente en el relato frente a la alta sociedad que representa la civilización humana, «pero sin juzgar uno u otro».
Esta ópera, que se estrenó en Praga en 1901 y no se representaba en Madrid desde 1924, fue la penúltima de las once que compuso Dvorak (1841-1904), quien en realidad había labrado el grueso de su reputación gracias a sus sinfonías y música de cámara y que en esta pieza quiso realzar el «carácter checo» y conjugarlo con el espíritu más universal.
«Se trata de un libreto enormamente sugerente, que relaciona cada personaje con un leitmotiv orquestal. Probablemente es de las partituras mejor escritas, porque es delicada y compleja a la vez hasta resultar admirable y memorable», ha señalado el director musical de esta «Rusalka».
Una estancia de Dvorak en EE.UU. le sirvió para entrar más en contacto con la música de Wagner y su impronta se percibe en la inclusión de técnicas, ha destacado Bolton, «que combinan la delicadeza y toda la potencia de la orquesta, que obliga al tenor a poner toda la carne en el asador, pero con momentos de gran lirismo».
Los expertos dicen que los últimos 15 minutos son los más sublimes de todos los tiempos y por eso pertenece al ‘top 10’ de las óperas compuestas», ha destacado asimismo ante una obra que, pese a su duración (3 horas y 43 minutos), «pasa en un suspiro».
Cabe señalar en ese sentido que, para amoldarse a las nuevas restricciones sanitarias que limitan la circulación de personas a partir de las doce de la noche en Madrid, de lunes a sábado se anticipará a las 19,30 horas el inicio de la ópera. Las funciones del domingo se mantendrán a las 18 horas.
Como en las funciones de «Un Ballo In Maschera» de Verdi, a la que «Rusalka» toma el relevo, el aforo máximo será del 66 por ciento en todas las zonas, con una butaca vacía interpuesta entre cada uno o dos asientos ocupados de la sala.
Además, a todas las medidas y protocolos de seguridad del teatro, se suma ahora un nuevo plan de atención al abonado que intentará mejorar su experiencia, con un punto de atención personalizada que incluye un teléfono gratuito para gestionar sus posibles dudas o reclamaciones, algo especialmente importante ante un contexto continuamente cambiante por la pandemia de la covid-19.
«Es una situación muy incierta y complicada, pero eso no significa que sea imposible. Si hay imprevistos nos adaptaremos, pero no vamos a adelantarnos a lo más cómodo, que es cerrar, a no ser que no quede otra», ha afirmado Matabosch en sintonía con el director general del Teatro Real, Ignacio García-Belenguer, para quien «esta nueva producción es una prueba de que las cosas siguen funcionando en la apuesta por la cultura segura».
Fuente: © EFE 2020.