Vuelve la rutina después de unas largas (o breves, según se mire), vacaciones de verano.
Y es ahora cuando comenzamos a pensar en todo lo que hemos comido, todo lo que hemos bebido y el ejercicio que no hemos hecho…otro año más que no hemos cumplido la promesa de “venga, este año, hay que controlarse…que luego…”.
La conclusión es que, castigarse pensando en lo que pudo ser y no fue, no nos aporta nada positivo, y lo que debemos hacer en estos primeros días de adaptación es seguir una rutina razonable que no esté condicionada por esos excesos que no hemos sabido controlar…
Si ya es difícil volver al día a día, hagamos que esta incorporación sea lo más llevadera posible, sin imponernos dietas desde el momento en que deshacemos la maleta del viaje…
Algunos estudios afirman que imponernos una rutina estricta sin haber pasado por un periodo de adaptación es totalmente contraproducente y lo que único que podemos conseguir es agudizar el bajón “post vacacional” (que no depresión) y a consecuencia de ello, ser más vulnerables a posibles malestares físicos tales como, dolores de cabeza, cansancio, dolor de espalda y extremidades en general…
¿Por qué hacer de la vuelta a la rutina nuestro calvario personal?
Recuerda: Una transición lenta y una sonrisa para empezar el día son los antídotos infalibles para empezar de nuevo…¡Feliz vuelta de vacaciones!