Buenos Aires, 2 ago (EFE).- Frases pintadas sobre lienzos, cuadros publicitarios, pegatinas sobre rostros humanos y hasta un juego de bacinicas de colores se emplazan en el Museo de Arte Latinoamericano de Buenos Aires (Malba), un compendio de obras del estadounidense John Baldessari, el artista que quemó su trabajo para transformarse en figura fundamental del arte conceptual.
Por medio de cuatro entornos temáticos, las paredes del Malba reproducen un resumen de 50 años de producción artística alimentada a base de ironías, autodestrucción, fijación obsesiva entre imágenes y lenguaje, junto a la necesidad de romper con la configuración lineal para crear ‘caos interpretativo’.
La muestra ‘El fin de la línea’ reúne 45 obras del universo Baldessari (1931-2020), correspondientes a las décadas de 1960 y 1970, en lo que supone la primera retrospectiva del artista en Suramérica, que puede verse en Buenos Aires hasta noviembre, bajo la curaduría de Karen Grimson.
«La exposición está cubierta con pinturas textuales, en las que él se desentiende de la autografía manual de la obra de arte, hasta 2019, un año antes de su muerte», explica a EFE la curadora de la Colección Craig Robins, amigo y primer promotor del trabajo del artista, a quien conoció por trabajos de los conceptuales David Salle y Mike Kelley, alumnos del pintor.
En los lienzos, la imagen queda en segundo plano para dar lugar al texto. Al principio, dibujaba cada frase, pero quería que su audiencia no se distrajera con el trazo de las brochas y reemplazó su mano por letras con estilo publicitario, sin ningún tipo de emoción para buscar el impacto de las letras.
Sin embargo, con ‘Proyecto Cremación’ da pie a la génesis de su universo: un gesto radical, que simbolizaría la «maduración de su obra», ya que Baldessari incinera 125 pinturas en una morgue de San Diego, en California (Estados Unidos), después de graduarse de la universidad.
Para condimentar la ‘performance’, los restos se transformaron en ingredientes para hacer galletitas, que colocó en una urna funeraria con la receta como obituario; con otra parte de las cenizas fabricó un libro, que llevaba consigo a todos lados.
«El video ‘Cremación’ de 1970 documenta la destrucción previa de sus obras y el ingreso al crematorio como un acto fundamental para determinar el comienzo de la etapa conceptualista del arte norteamericano. Le da una cierta dimensión corporal, ya que este corpus de obras era significativo para el proyecto», agrega Grimson.
Su arte renació con la fotografía conceptual, persiguiendo la repetición serial de imágenes simbólicas, pero siempre con un texto o frase delante, algo que evolucionaría al coleccionar carteles de la industria cinematográfica o fotos de la prensa.
«Las reutilizaba, apropiándoselas y cubriendo ciertos fragmentos como los rostros de las figuras humanas con círculos autoadhesivos multicolores, generalmente en colores primarios», relata la comisaria de la muestra.
El artista estadounidense había dicho alguna vez que sería más recordado como «el tipo que ponía puntos sobre la cara de la gente» que retrataba, aunque el motivo, quizá, estaba más relacionado con el choque a la imaginación que genera ver una figura sin rostro.
En una de las salas del Malba, decoradas con las últimas dos décadas de producción ‘baldessariana’, un juego de bacinillas con colores chillones se alza en el centro de este escenario con la leyenda: «El artista es una fuente», en un claro homenaje al francés Marcel Duchamp, precursor del arte conceptual.
«Es un retorno a la pintura, el cual refiere a artistas que fueron únicos para él, como Duchamp, Francisco de Goya, Francis Picabia y Balthus, artistas que él incorpora dentro de sus obras para hacer planteos acerca de la separación entre imagen y lenguaje», matiza Grimson.
Para la curadora, todo se resume en una especie de brecha productiva en la que Baldessari instala significados múltiples, cuestionamientos de la percepción para crear confusión y, siempre, con un tono irónico y sentido del humor a lo largo de sus seis décadas de vida artística.
Nacido y criado en National City, una pequeña ciudad de California, él decía que uno no podría encontrarse más alejado de Estados Unidos, por la cercanía de esa localidad con la frontera mexicana, casi al ‘final de la línea’.
Julieta Barrera y Augusto Morel