Laura López
Segovia, 14 feb (EFE).- Fernando y Pedro recuerdan entre risas las «travesuras» que hacían en la iglesia de su pueblo cuando eran monaguillos con ocho años y trucaban los fuelles de su gran órgano barroco para que no sonara cuando el sacristán lo tocaba, hasta que éste se enfadaba y salía corriendo detrás de ellos.
Lo que esos dos niños no imaginaban entonces es que más de medio siglo después tendrían que luchar juntos para que ese mismo instrumento no deje de sonar por completo, como ocurrirá en unos años si no se le somete a unos exhaustivos trabajos de restauración presupuestados en unos 60.000 euros.
En torno a este instrumento giró durante décadas toda la vida de este pequeño pueblo segoviano, Escalona del Prado, situado a unos treinta kilómetros de la capital de provincia y donde viven ahora unas 500 personas.
Su sonido forma parte de la memoria colectiva de muchos de sus vecinos y ha protagonizado la banda sonora de los momentos más importantes de sus vidas, como el día que se casaron o que bautizaron a sus hijos.
«Que desaparezca el patrimonio significa que desaparece la historia y la identidad de un pueblo, de una comarca, de una comunidad», explica en una entrevista con la Agencia EFE Pedro Montarelo, miembro de la Asociación Amigos del Órgano de Escalona del Prado.
En este pueblo, que antes del éxodo rural de la segunda mitad del siglo XX llegó a tener 1.200 habitantes, queda la última generación que ha crecido escuchando la música de este órgano y por eso ven cierta urgencia en su restauración.
«Creemos que o se hace ahora o no se hace nunca, porque nosotros somos los que todavía nos acordamos y tenemos memoria, entonces creemos que ahora es la ocasión porque esto, si no, se puede quedar en el olvido», comenta en otra entrevista el presidente de la asociación, Fernando Sanz.
CASI 12.000 EUROS CONSEGUIDOS DE LOS 60.000 QUE NECESITAN
El instrumento es un órgano barroco de estilo ibérico de unos siete metros de algo y cuatro de ancho, construido para la iglesia de Escalona por el maestro organero Manuel Sanz en 1785 con 618 tubos, de los cuales conserva 430.
Hace ocho años, varios voluntarios del pueblo colaboraron en una primera fase de restauración, orquestados por el maestro organero Rossend Aymí Escolà, en la que limpiaron el instrumento y llevaron a cabo algunas mejoras, como la instalación de un fuelle eléctrico.
«El primer día que empezamos a trabajar y el organista empezó a tocar, a mí se me pusieron los pelos de punta, es una emoción muy fuerte», ha confesado Fernando Sanz.
De cara a una segunda fase, acaban de completar una campaña de micromecenazgo a través de la asociación Hispania Nostra con la que han recaudado 11.868 euros de los aproximadamente 60.000 que necesitan, lo que quiere decir que se han quedado «bastante cortos» pero no que vayan a renunciar a su propósito.
Ahora estudian nuevas vías de financiación, como la posibilidad de acceso a los Fondos LEADER de la Unión Europea, para costear las tareas que faltan y que tendría que realizar un taller especializado: Restaurar 80 tubos, reponer otros 188 y reparar la cámara de distribución del aire, entre otras.
Si logran salvar su órgano -actualmente está al cincuenta por ciento de su capacidad- los vecinos de este pueblo tienen muchos planes pensados, como la celebración de conciertos que atraigan al turismo y la creación de una escuela de organistas con la que garantizar un relevo generacional que cuide del instrumento.
PUEBLOS VACIADOS DE PERSONAS, PERO LLENOS DE HISTORIA
En la provincia de Segovia, de los 126 órganos registrados en el Catálogo de Órganos de Tubos de España fuera de la capital, solo queda una decena que funcionen, un deterioro producto de la despoblación que vació los pueblos a partir de los años cincuenta a raíz de la mecanización de la agricultura y la ganadería.
Como explica Pedro Montarelo, que preside la Federación de Castilla y León de Asociaciones por la Defensa del Patrimonio, en muchas ocasiones esto ha dado lugar al pillaje de las iglesias y las ermitas de los pueblos, de donde se han sustraído objetos de valor como campanas, órganos o partes de estos para malvenderlos.
Existen más iniciativas ciudadanas en la provincia volcadas a la recuperación de su órgano parroquial, como en Fuentesaúco de Fuentidueña, un pueblo de poco más de 200 vecinos que también lucha por conseguir 55.000 euros para revivir su instrumento, que desde hace cuarenta años no tiene capacidad para crear música.
Al presidente de la Asociación Cultural de Amigos del Órgano de Fuentesaúco, Antonio Santiago, le duele imaginar que los tubos del preciado instrumento puedan acabar convertidos en chatarra, como ha ocurrido en otros casos.
«Luego dicen que se va la gente y que los pueblos se vacían, pero ¿Cómo no se van a vaciar si no se tienen en cuenta las singularidades de los pueblos y su historia? Esas cosas deben mantenerse, eso pensamos todos los vecinos que hemos heredado esos bienes», ha comentado Santiago a EFE.
Ellos sienten que se lo deben a sus antepasados, que compraron el órgano y lo cuidaron durante años: «Que se vacíe un pueblo no quiere decir que tenga que vaciarse de su historia», defienden ahora sus herederos.
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