Rusia celebra una cumbre con África mientras busca nuevos aliados por la guerra en Ucrania

Imagen de archivo de la cumbre África-Rusia de 2019. EFE/EPA/SERGEI CHIRIKOV / POOL

Nairobi, 26 jul (EFE).- Decenas jefes de Estado africanos participarán en la cumbre Rusia-África que se celebra este jueves y viernes en San Petersburgo, en un momento en el que el Kremlin intenta mejorar sus vínculos con el continente para fortalecer su estatus internacional tras las sanciones de Occidente.

En el punto de mira de la reunión están temas cruciales para África como la importación de cereales rusos o el futuro del grupo de seguridad privado Wagner, socio influyente de países como la República Centroafricana (RCA) o Mali, entre otros, donde los mercenarios cooperan con las fuerzas nacionales y han sido acusados de numerosas abusos contra la población.

Los estómagos de millones de personas en África dependen de esos cereales: sólo en 2020, los países del continente -sobre todo Egipto, Sudán, Nigeria, Tanzania, Argelia, Kenia y Sudáfrica- gastaron alrededor de 4.000 millones de dólares para importar productos agrícolas desde Rusia, según el Centro de Comercio Internacional (ITC, en inglés).

Pero, desde el inicio de la guerra de Ucrania, los obstáculos en las cadenas de suministro y la subida de los precios de alimentos básicos se han sumado a la lista de problemas que agravan la seguridad alimentaria de los africanos, amenazada también por la crisis climática.

La llegada de esos productos es vital tanto para los ciudadanos del continente como para sus mandatarios, que ven en el hambre un nuevo obstáculo para la estabilidad de sus Gobiernos.

También es importante esta cumbre para Moscú, que probablemente la usará para intentar acercarse aún más a un continente que destaca como el bloque más numeroso de votantes de la Asamblea General de las Naciones Unidas, con 54 países soberanos representados.

Asimismo, se trata del grupo más variopinto con respecto a su opinión sobre el conflicto, con quince estados absteniéndose a condenar la invasión rusa y dos de ellos, Eritrea y Mali, votando contra cualquier tipo de reproche para el Kremlin.

Rusia, sin embargo, aún no tiene una presencia robusta en África. El país euroasiático sólo representa el 1 % de las inversiones extranjeras directas en el continente, según los últimos datos de la Conferencia de la ONU sobre Comercio y Desarrollo (UNCTAD).

Expertos como la académica Irina Filatova, de la Escuela Superior de Economía de la Universidad Estatal de Moscú, ya pronosticaron poco después de la guerra de Ucrania un acercamiento a África para buscar nuevos “aliados políticos”.

Esa aproximación se ha traducido en nuevos movimientos diplomáticos de Moscú, como demuestran las visitas cada vez más recurrentes del ministro ruso de Exteriores, Serguéi Lavrov.

Tanto Lavrov como los embajadores de Rusia en los países africanos han intentado captar la simpatía de muchos mandatarios del continente usando su disgusto compartido por la injerencia de Occidente en la política interna de sus naciones, describiéndose como víctimas de los mismos verdugos.

Así, Rusia se ha mostrado como una alternativa a los acuerdos de cooperación con los países occidentales, a menudo acompañados de una vigilancia constante del comportamiento democrático de los gobiernos con los que pactan.

Es poco probable que los países de Occidente identifiquen esta presencia reforzada de Rusia en África como una amenaza para sus intereses económicos, pero no ocurre lo mismo en el plano diplomático y político.

Figuras como el alto representante de la Unión Europea (UE) para Asuntos Exteriores, Josep Borrell; el presidente de Francia, Emmanuel Macron; o el secretario de Estado de Estados Unidos, Antony Blinken, entre otros, han viajado a tierras africanas para mantener reuniones con varios líderes casi al mismo tiempo que Lavrov.

Esos viajes estuvieron acompañados el pasado junio de nuevas sanciones de EE.UU. contra los mercenarios del Grupo Wagner por sus “actividades” en África, así como de los comentarios de Macron, que ese mismo mes tachó de “desestabilizadora” la presencia rusa en el continente.

Rusia tampoco ha permanecido callada en este aparente pulso por la amistad de África, con el portavoz presidencial del país, Dmitri Peskov, lamentando este martes “presiones sin precedentes” por parte de de Washington y París para impedir que los mandatarios del continente asistieran al encuentro que empieza mañana.

Esta es la segunda cumbre entre África y Rusia, después de la que se celebró en octubre de 2019 en la ciudad balneario rusa de Sochi con el lema “Por la paz, la seguridad y el desarrollo”, la misma consigna de este año.

Pablo Moraga