Yanbu (Arabia Saudí), 18 ene (EFE).- El español Carlos Sainz (Audi) no solo sobrevivió a los 420 kilómetros de piedras que conformaron la penúltima etapa del Dakar, sino que se paseó sobre una auténtica maratón de piedras en la que quedó tercero y ya roza su cuarto Dakar tras una avería del francés Sébastien Loeb (Prodrive), que pierde la segunda posición y es tercero en la general.
Sainz y su copiloto, Lucas Cruz, quedaron terceros de la etapa, a 5 minutos y 35 segundos del francés Guerlain Chicherit (Overdrive Racing) -que ganó la jornada de este jueves- y a tres segundos del belga Guillaume de Mevius (Overdrive Racing), virtualmente segundo de la general por las dos averías del brasileño Lucas Moraes (Gazoo Racing) al final de la especial y de Loeb al inicio de la jornada.
El dúo español está a apenas 175 kilómetros de conseguir un nuevo Touareg más y sólo una avería mecánica podría apear del triunfo al binomio que ambos forman, pues tienen una ventaja de más de una hora y 27 minutos de De Mevius, que a su vez tiene ocho minutos de ventaja sobre Loeb.
Una avería de Loeb acerca la victoria de Sainz
El madrileño y el galo llegaban a esta penúltima etapa con una diferencia de 13 minutos y 22 segundos entre ambos. No obstante, Sainz tenía una ventaja sobre el francés, dado que podía contar con las ruedas de repuesto de sus compañeros de equipo, el francés Stéphane Peterhansel y el sueco Mattias Ekström.
Por su parte, el galo sólo tenía dos ruedas de repuesto en una jornada en la que se preveía que los pinchazos volverían a ser protagonistas y, además, no tenía compañeros en los que apoyarse. Pero Loeb, que ansía su primer Dakar y que si termina sin ganar este año llevará ocho intentos fallidos en el Dakar, ni siquiera perdió tiempo por los pinchazos, sino por algo peor.
Rompió la horquilla delantera derecha a la altura del kilómetro 132 de la especial, cuando peleaba la etapa junto a Sainz y ocupaba la segunda posición, a apenas 21 segundos del español. Así, tuvo que pararse durante más de una hora esperando un camión de asistencia que no llegaba, por lo que el piloto chino Zi Yungyang (Yunxiang China T1+ Team), que cuenta con un vehículo Hunter, como el francés, terminó por darle las piezas que necesitaba.
Loeb retomó el ritmo minutos después de que el propio Dakar informara que había pedido abandonar la etapa, harto de esperar al camión de asistencia que iba a tardar varias horas más en arribar.
Vio la escena Sainz, que, al salir diez minutos después que Loeb, se topó con el galo mientras estaba parado, un momento que Loeb aprovechó para gesticularle que bajara el ritmo en esa zona, en la que era muy difícil conducir por la ingente cantidad de piedras que se amontaban.
Un pinchazo impide la victoria de Sainz
El madrileño reconoció en declaraciones al terminar la carrera que bajó el ritmo al ver la situación de Loeb, pero aun así el piloto madrileño parecía dispuesto a exhibirse, pues lideró los ocho primeros parciales del tramo de especial.
Sin embargo, en los últimos cincuenta kilómetros un 'pinchazo lento' les hizo parar y les negó una victoria que habían merecido por rendimiento. Desde entonces, Sainz bajó el ritmo, consciente de que podría haber forzado para recuperar el tiempo y vencer la etapa, pero habría arriesgado la integridad del coche.
El que arriesgó sabiendo que podía certificar la segunda plaza fue el brasileño Lucas Moraes, quien, con el catalán Armand Monleón de copiloto, no tuvo suerte en la parte final del recorrido. Una primera parada en el kilómetro 360 que le costó más de veinte minutos de solventar y una segunda, de la que tuvo que ayudarse de su compañero Seth Quintero (Gazoo Racing) dilapidaron las opciones de alcanzar la segunda plaza y también la tercera, quedándose a las puertas del podio.
Así, Sainz ya roza su cuarto entorchado en el desierto. Además, la etapa de este viernes, la última jornada del Dakar 2024, será totalmente diferente, puesto que sólo tendrá 175 kilómetros de especial, con una navegación más fácil y, aparentemente, sin piedras que dificulten el paso a los coches.
Esta etapa fue, junto a la crono de 48 horas sobre el desierto del Empty Quarter, la jornada más difícil de esta edición por las piedras y los pinchazos.
Carlos Rosique