Sandra Bravo: «Vivimos en una sociedad en la que la monogamia heterosexual como única opción no se sostiene»»

Entrevistamos a Sandra Bravo, autora de ‘Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre: (Poli)amor, sexo y feminismo’ para hablar sobre educación sexual, lo «políticamente correcto» y feminismo 

Buenos días, Sandra, qué bien conocerte por fin… Hemos estado haciendo brainstorming en la redacción para preparar la entrevista y cada uno teníamos unas preguntas y un aproximamiento hacia los temas que sueles tocar: relaciones, poliamor…

Sí, claro, al final cada uno pregunta desde donde le toca: tu orientación sexual, cómo vives lo íntimo, cómo vives la sexualidad, qué imaginario se te despierta con la idea de “pareja”, con el cuidado de otras personas que no son tu pareja… En el activismo hablamos mucho de que los privilegios están muy interseccionados con todo esto de las relaciones.

Y, en este sentido, ¿hacia dónde crees que va el futuro en la forma de relacionarnos?

No tengo una bolita de futuro… [risas]. Vivimos en una sociedad en la que la monogamia heterosexual como única opción no se sostiene, pero sigue siendo la opción mayoritaria o con mayor respaldo. Cuando hablamos de “lo normal”, hablamos al final de lo que está respaldado por nuestro sistema estructural y creo que vamos a una sociedad que está empezando a cuestionarse cosas y a abrir la mente.

Por otro lado, también nos llegan tensiones desde las extremas derechas que nos dicen “no os emocionéis tanto que estamos aquí para recordaros la caspa y que volvamos a esa imagen de lo que toca y corresponde”.

«El poliamor es una relación no monógama con una apertura emocional, no solo sexual»

Sandra Bravo, durante una de sus ponencias TED Tarragona ‘hablemosdepoliamor.com’

Lo que sería supuestamente lo correcto en los años 50…

Claro, lo correcto siempre desde el punto de vista de quien emite el mensaje y de quien tiene capacidad para dictar las normas. Esta idea de la corrección nos expulsa a muchas personas del mapa. Si no eres heterosexual ni monógama ni vives la sexualidad en tus relaciones de una forma concreta… lo tuyo ya no es “correcto”, es decir, es algo enfermo, algo que hay que subsanar, que hay que marginar, que no hay que visibilizar.

También está el tema de lo “políticamente correcto” o lo que es aceptado por tus amistades…

El imaginario colectivo sigue siendo monógamo y, cuando le planteas a alguien que no lo eres o una pareja decide abrir su relación o cuestionarse cosas, siempre está la idea de que no estás enamorada, le tienes miedo al compromiso o quieres tener sexo como una loca. Uno, ¿qué habría de malo en eso? Dos, ¿por qué estamos ligando querer a alguien “de verdad” con una manera exclusiva y en la que pones a esa persona en el centro de tu universo? Para mí, eso no tiene ningún sentido. Aislarnos con una sola persona que, evidentemente, no puede dárnoslo todo aunque se nos intente hacer creer que sí. Nadie es perfecto y mejor, que la perfección es muy aburrida.

De hecho, hablas en muchas ocasiones de la necesidad de dejar atrás las ideas propias del amor romántico o “amor Disney”. Estos mitos del amor romántico, ¿en qué consisten y cómo nos afectan?

Es este imaginario del amor romántico donde tu pareja te lo da absolutamente todo y es tu mejor amigo, tu mejor amante, tiene los mismos hobbies que tú, el mismo ritmo de vida, quiere vivir exactamente igual que tú, en la misma ciudad, en el mismo tipo de casa, queriendo el mismo tipo de mascota, comiendo lo mismo, el mismo tipo de dieta que tú, haciendo el mismo deporte, disfrutando del mismo ocio… Eso es imposible.

El relato del amor romántico es como este lacito del relato perfecto y la historia de “fueron felices y comieron perdices” y fin. Ahí es donde se queda la historia porque nunca nos cuentan qué pasa después

De ahí esa crítica que haces…

Cuando hago una crítica al amor romántico, no critico ser cariñosos con quienes queremos o tener un detalle o “ser ñoños”, por decirlo de alguna manera. Lo que critico es esa mirada estructurada y muy aprendida de darle una centralidad y un privilegio a la pareja.

Cuando te casas con una persona, legalmente tienes una protección, en temas fiscales, vacaciones, permisos si esa persona está enferma… Si una de mis mejores amigas enferma, no puedo pedir un permiso de trabajo para ir porque en teoría esa persona no es nadie en mi vida. ¿Quién dice que legalmente un matrimonio tenga que tener más reconocimiento que una amistad? Esto forma parte del lugar privilegiado donde ponemos a unas personas por encima de otras. Y, para mí, el caso es cuestionarse estas cosas y que cada uno decida cómo quiere colocar sus relaciones, cómo quiere vincularse, cuidarse, vivir su intimidad. Ahora vamos todas con el piloto automático de serie.

José Manuel Roldán, Editor de VivirEdiciones, con Sandra Bravo, durante la entrevista

Centrándonos en el tema del poliamor, haces un alegato a favor de las relaciones no monógamas. Para nuestros lectores y lectoras que no estén familiarizados con este concepto, ¿cómo definirías el poliamor?

Si tuviéramos que resumirlo mucho, teniendo en cuenta que hay mucha variedad, sería una relación sin exclusividad sexual ni afectiva. Es decir, una relación donde puedes tener más vínculos amorosos o sexuales con otras personas. Siempre en un marco consensuado, consentido… No son los cuernos de toda la vida porque estarías incumpliendo el pacto. En las no monogamias éticas, lo que hacemos es que hay transparencia y un consenso en la forma de vivir la relación.

¿Cuáles son los consensos a los que habitualmente puede llegar una pareja poliamorosa?

Depende mucho y no hay una respuesta universal. Creo que lo más importante es tener claro por qué buscas abrirte a un modelo de no monogamia: qué estás intentando explorar, qué se te mueve dentro, qué necesidades tienes, hablarlo con la otra persona… No existe el “kit del acuerdo no monógamo” [risas]. Las personas somos diferentes y dependerá también del vínculo que tengamos y de cómo sea nuestra relación.

Páginas centrales de nuestras ediciones impresas

¿Y respecto a la gestión de los celos? ¿Existen los “celos cero”?

No [risas]. ¿Existe la tristeza cero? ¿La felicidad absoluta? ¿La felicidad cero…? Los celos son una palabra comodín para designar muchas emociones, ¿no? Puedes sentir celos y un día sentirlos como envidia, otros miedo al rechazo, otro día piensas que te van a sustituir o abandonar… Si rascamos dentro de esos “celos” hay muchas emociones contenidas. Los seres humanos sentimos emociones y éstas nos hablan de dónde estamos y qué necesitamos.

Entonces, a las personas no monógamas nos pinchas y también tenemos sangre… También tenemos emociones, y entre ellas pueden estar los celos. Ahora bien, si partes de la idea de que una persona a quien quieres o que denominas “pareja” te pertenece y “solo puede tener ojos para mí, no puede mirar a nadie más, no puede ser de nadie más”… pues estas sensaciones de inseguridad y de pérdida se pueden activar mucho. Ves a esa persona como alguien que tendría que estar prácticamente fusionado contigo.

Para mí, las emociones siempre tienen cabida si nos están diciendo algo. Lo que no creo que sea lícito es una gestión violenta de eso, es decir, por muy celosa que esté no es válido hablar mal a la pareja, coartar su privacidad, manipularla… Es muy diferente lo que sentimos de lo que hacemos con esos sentimientos, cómo lo gestionamos.

Eres autora del libro “Todo eso que no sé cómo explicarle a mi madre”. Ahora que han pasado unos meses, ¿qué tal ha sido el recibimiento? ¿Cuánta gente se lo ha explicado ya a su madre?

Estoy muy contenta, ya vamos por la tercera edición. Me hacen muy feliz también los mensajes que recibo en redes de gente que lo ha leído y le ha hecho cuestionarse cosas o sentirse menos sola, dejar de pensar que es un bicho raro o que el libro ha abierto la conversación con algún familiar… Me parece súper bonito. Ha sido una experiencia muy transformadora que continúa dándome muchas cosas y la oportunidad de generar debate, recibir mucha información, plantearme nuevas cosas a raíz de las inquietudes de otras personas, seguir en contacto con lo que se cuece a mi alrededor… Eso es un regalazo.

En el libro planteas algunas preguntas como “¿por qué follar me convierte en peor hija?” o “¿por qué, como mujeres, se nos aleja del placer?” ¿Cómo crees que ha cambiado la educación sexual en las últimas décadas?

Desgraciadamente, está cambiando poco. La educación sexual sigue siendo la gran asignatura pendiente: no está incorporada en el currículum escolar y lo que reciben los alumnos de vez en cuando es una persona externa que va a darles una charlita, muchas veces enfocada al uso de los preservativos, a prácticas heterosexuales, centradas en la prevención, el riesgo, las infecciones… No digo que no se tengan que abordar, pero la educación sexual no se puede centrar solo en esa parte más “sanitaria” y no hablar del placer, de la identidad, de cómo conectamos con la vulnerabilidad, con puntos muy bonitos… Hay gente que estamos intentando generar debate, hacer talleres, plantearlo desde otros ángulos, pero continuamos siendo una excepción a la regla.

Todavía hay esta mirada de que si educamos en sexualidad parece que vamos a hacer que los niños se activen y quieran follar como locos…Eso es no entender la sexualidad. La sexualidad va mucho más allá del coito. Hay que abrir el abanico para que sea un espacio donde la naturalidad y el placer tengan cabida, algo que cuesta en una sociedad muy patriarcal y cerrada a naturalizar la diversidad en lo afectivo.

¿Por qué una mujer que tiene una sexualidad activa o que se considera atractiva pierde parte de su valor en esta sociedad? Parece que eres menos lista, menos madre, te quitan la etiqueta de posible madre y la de esposa futurible. Eres demasiado guarra, sospechosa, mala… porque tienes que ser mala para que te guste tanto el sexo. En cambio, esa puerta los hombres la tienen abierta de par en par. Vivimos en una sociedad patriarcal y hay que empezar a cuestionar las cosas, lo que tenemos ahora y las formas de autogestionarnos con más opciones.

¿Hasta qué punto el acceso a internet ha jugado un papel determinante?

Si tienen dudas, estos niños te abren internet y ponen porno. Cerrarles las puertas a un conocimiento que quieren y que necesitan es una mirada adulto-céntrica muy estúpida, ya que tratamos a estas criaturas como imbéciles y no lo son. Si necesitan una información y no la obtienen por los canales que deberían obtenerla, van a mirar el porno y el porno es ficción. Una ficción con unos valores muy patriarcales y determinados.

Hace poco ha salido una encuesta que decía que se están manteniendo relaciones sexuales con una media nacional de 2’5 veces por semana. En Salamanca, por ejemplo, era de 3’4 la media mientras que en Cantabria, en contraste, de 1’8. ¿Crees que si subiésemos esta media habría menos tensiones en nuestra sociedad?

Bueno, claro [risas]. A las personas que son sexualmente activas pues, evidentemente, tener prácticas sexuales les alegra la vida. Hay que tener también en cuenta que hay personas asexuales que no tienen ningún interés en esto y las tenemos que visibilizar.

A mí este tipo de estudios me hace mucha gracia… Me gustaría ver la ficha técnica para ver los márgenes de error, también hay que tener en cuenta el pudor a la hora de responder cierto tipo de encuestas o, incluso, la gente que se suele abrir a este tipo de encuestas, ¿no? Habría que ver un poco a qué universo han ido a preguntar. Seguramente, se han ido a preguntar a personas de cierta clase de sociedad, en lugares determinados… Si esa misma encuesta la hicieras en una barriada pobre te saldrían otras cifras que a lo mejor son más interesantes y más altas. O no. Pero sería interesante estudiarlo también.

A lo largo de tu libro, reflexionas desde tus vivencias sobre poliamor, sexo y feminismo. ¿De dónde crees que te vienen todos estos cuestionamientos?

Nunca he llegado a entender la monogamia como este concepto de que a una persona la tenemos que poner en el centro de nuestro universo y de repente ya no puedes mirar ni querer ni desear a nadie más. No lo entendía ni de muy pequeña, aunque me he criado como todo el mundo de forma monógama, heterosexual, con este imaginario romántico… Sí llegué a creer que mi futuro era ese, pero lo tenía más interiorizado como un mandato que como un anhelo. He tenido amigas en el cole cuyo sueño de pequeñas era casarse y tener una familia, pero yo quería ser reportera de guerra.

«La educación sexual sigue siendo la gran asignatura pendiente»

Me influyó muy positivamente tener una tía soltera, para mí ha sido un gran referente. Tiene muchas amigas y su vida ha sido muy rica. Vi que en la gran mayoría de matrimonios heterosexuales que conocía las mujeres estaban muy estancadas, muy tristes, muy sometidas y sin ningún tipo de red. Mientras que mi tía, que tenía el estigma de “solterona”, tenía mogollón de amigas, vida social, alegría.. De pequeñita lo interioricé de alguna forma y luego ha condicionado mi mirada de no sentir que tener pareja es algo obligatorio.

Como sabes, los periódicos de vivir Ediciones son leídos diariamente no solamente en la Comunidad de Madrid, sino también en Ciudad Real-Tomelloso y Sevilla. ¿Qué mensaje te gustaría lanzarle a nuestros lectores y lectoras?

Les mandaría el mensaje de que se escuchen y escuchen qué necesitan en esta vida. Que validen esas emociones y que se rodeen de gente bonita para ayudarse mutuamente y conseguir una vida coherente con lo que quieren. Lo mejor que podemos hacer es apostar por la vida que necesitamos y queremos. Tenemos que dejarnos ser y validar lo que somos.


Portada del mes de junio de la edición impresa de vivirEdiciones Madrid