Berlín, 7 nov (EFE).- El canciller alemán, Olaf Scholz, ha mostrado los límites de su paciencia al poner fin a una coalición que él mismo había creado y que muchos consideraban «imposible» por las diferencias que separaban al socio menor de la coalición, el Partido Liberal (FDP), de las otras dos agrupaciones de la alianza.
Scholz asumió durante tres años un papel de moderador para lograr compromisos entre las visiones diferentes y procuraba limar asperezas cuando había disputas entre los tres partidos, muchas veces aireadas a través de los medios de comunicación.
El FDP, del cesado ministro de Finanzas, Christian Lindner, había hecho de su seña de identidad la bajada de impuestos, sobre todo a los contribuyentes de mayores ingresos y a las empresas, y los recortes del gasto social y el impulso a las inversiones privadas.
Del otro lado estaban el Partido Socialdemócrata (SPD) de Scholz, con su tradicional defensa del Estado social, y Los Verdes, del vicecanciller y ministro de Economía, Robert Habeck, que proponían una transformación y descarbonización radical de la economía en un proceso en que la intervención estatal y las regulaciones tienen un papel clave.
Canciller casi por sorpresa
La llegada de Scholz a la Cancillería en su momento tuvo algo de sorprendente. Durante mucho tiempo el SPD estuvo en el tercer lugar de las encuestas para las elecciones generales de 2021, pero llegó un momento en que empezó a remontar hasta ganar por poco más de un punto de diferencia al bloque conservador formado por la Unión Cristianodemócrata (CDU) y la Unión Socialcristiana (CSU).
Scholz venía de estar cuatro años al frente del Ministerio de Finanzas y como vicecanciller de la última gran coalición presidida por Angela Merkel. Dentro del SPD había habido un movimiento, liderado por la actual copresidenta del partido, Saskia Eskien, que era crítico con la gran coalición.
En la lucha por la jefatura del partido, Eskien y su antiguo colega en la Presidencia de la fuerza, Norbert Walter-Bojahns, derrotaron a la fórmula en la que estaba Scholz en unas primarias. Sin embargo aceptaron su candidatura a la Cancillería en momentos en que pocos pensaban que una candidatura socialdemócrata podía tener éxito.
No era la primera vez que muchos creían que la carrera política de Scholz había llegado a su final.
En 2017, cuando era alcalde-gobernador de la ciudad-estado de Hamburgo, tuvo que hacer frente a graves disturbios protagonizados por manifestantes de extrema izquierda durante una cumbre del G-20, y ante los que los dispositivos de seguridad fracasaron por completo.
Scholz, de 66 años, había asegurado antes que todo estaba bajo control y que muchos se sorprenderían cuando supieran que la cumbre ya había terminado.
Aguante y paciencia
Muchos esperaban que lo ocurrido durante el G20 le pasara factura, pero cuando tras las elecciones generales de 2017 Merkel se vio forzada -por la negativa de los liberales a hacer un tripartito con Los Verdes- a continuar la gran coalición una de las exigencias del SPD era asumir la cartera de Finanzas. El elegido fue Scholz.
Los cuatro años de la última gran coalición no fueron fáciles para la relación entre Scholz y parte del SPD, cuya principal preocupación eran marcar distancias frente al Gobierno y reforzar la identidad del partido.
Además, Scholz había sido en el pasado un defensor de las reformas del Estado social de la era del canciller Gerhard Schröder frente a las que parte de la agrupación también procuraba distanciarse.
Por todo ello Scholz no pudo asumir la jefatura del partido, pero de cara a las elecciones de 2021 incluso los mayores defensores de la pureza ideológica del SPD entendieron que necesitaban como candidato a alguien que fuera visto como pragmático y que tuviera experiencia en el Gobierno.
Scholz había mostrado su pragmatismo como ministro de Trabajo en la primera gran coalición de Merkel (2005-2009) y luego en Finanzas. En Hamburgo, pese a la debacle del G20, había mostrado que tenía la capacidad de ganar elecciones.
Tras su triunfo apretado logró un acuerdo con Los Verdes y el FDP. Los dos partidos habían tenido también conversaciones previas con el bloque conservador con el que también hubieran podido lograr mayoría.
Tras firmar el acuerdo de coalición, Scholz dijo que el objetivo era tener logros con lo que se identificaran los tres partidos y por los que los tres pudieran volver a ser elegidos.
Los logros con los que los tres pueden identificarse tienen que ver con cosas como la nueva ley de nacionalidad, la legislación parcial del cannabis o la ley que facilita el cambio de género en los documentos de identidad.
En política económica las diferencias eran demasiado grandes, incluso para un político como Scholz conocido -y criticado a menudo- por su paciencia y su aguante.
Rodrigo Zuleta