En cualquier momento, un nuevo coronavirus podría saltar desde alguna especie animal al hombre y dar lugar a un nuevo brote epidémico como el COVID-19. Aunque algo así no se puede predecir, sí se puede estudiar, comprender y, llegado el caso, combatir con medidas que seguramente habremos desarrollado gracias a esta pandemia, sostiene la viróloga Sonia Zúñiga.
«La próxima vez todos estaremos mejor preparados», dice convencida esta científica del Centro Nacional de Biotecnología (CNB-CSIC), en cuyos laboratorios, y bajo la dirección de Luis Enjuanes e Isabel Sola, estudian la complejidad de los coronavirus, y trabajan para encontrar una vacuna contra el causante de esta pandemia, el SARS-CoV-2.
Este coronavirus, que provoca la enfermedad COVID-19, es muy parecido a su «primo hermano», el SARS-CoV que en 2002 causó una epidemia en China y obligó a aplicar estrictas medidas de control. «China aprendió mucho de aquel brote» y, gracias a esa experiencia, puso en marcha rápidamente estrictas medidas de confinamiento para detener la propagación del SARS-CoV-2 y distribuyó a la comunidad científica toda la información disponible sobre el virus, «incluso la secuencia genómica», destaca en una entrevista con EFE.
Lamentablemente, las medidas no fueron suficientes porque el SARS-CoV-2 tiene una «característica especial que nos ha pillado por sorpresa a todos: una gran capacidad para dispersarse entre individuos asintomáticos», subraya Zúñiga, un factor determinante que le ha ayudado a «propagarse como lo ha hecho» y que ha hecho casi imposible controlar la epidemia.
La pandemia en España se ha traducido en un estricto confinamiento que, para Zúñiga, es y sigue siendo «la única posibilidad» de ganar tiempo y de evitar la saturación de los servicios de salud, especialmente en países como España o Italia, donde el contacto social y la población envejecida son muy elevados.
Salir de esta situación, sin embargo, tampoco será fácil. Habrá que ir aplicando el sistema «prueba-error» como están haciendo todos los países porque «cada uno tiene sus circunstancias. En algunos como Islandia, Alemania o Suecia los colegios permanecen abiertos o está permitido hacer deporte pero son países en los que por su estructura o forma de vida, se pueden ir aplicando estas medidas», explica la investigadora.
Pero en todos los escenarios, la responsabilidad individual será «esencial» y de ella dependerá el éxito del desconfinamiento, advierte.
«Tendremos que ser capaces de guardar la distancia social, mantener las medidas de higiene y hacer caso de las recomendaciones» para que no vuelva a suceder lo que ocurrió días antes de declarar el Estado de Alarma, «cuando el Gobierno suspendió las clases y recomendó el teletrabajo, y parte de la población no entendió el mensaje sino todo lo contrario, y hubo aglomeraciones en los supermercados, traslados a segundas residencias y aumento de la vida social».
Mientras, ella y sus compañeros de laboratorio participan en una carrera contrarreloj en busca de tratamientos antivirales y de una vacuna que inmunice a la población mundial, algo que es «tan solo cuestión de tiempo».
Ya hay un prototipo de vacuna en Estados Unidos que está en fase I de los ensayos clínicos en humanos y otro en China que iniciará la fase II, ambos tienen «mucho camino andado» y «quizá a final de año alguno de ellos llegue a estar disponible», pero además hay otros prototipos «como el nuestro que probablemente será mucho más efectivo pero que por su desarrollo llevará más tiempo».
En paralelo, la magnitud de esta pandemia ha disparado la búsqueda de antivirales en todo el mundo y de todos ellos, «seguramente varios llegarán a buen puerto, estarán disponibles en poco tiempo y se podrán usar en caso de que ocurra una nueva oleada de infecciones que requieran hospitalización».
Pero, salvo por la sobrecarga de trabajo, la pandemia apenas ha alterado la labor de Zúñiga y del equipo del laboratorio: «tenemos que atender más a los medios y responder consultas y peticiones de colaboración» pero poco más. Incluso el positivo (asintomático) de Luis Enjuanes, que obligó a todo el personal a mantener una cuarentena preventiva en casa, y retrasó el trabajo de laboratorio una semana, «nos sirvió para ponernos al día con los informes y lo que se iba publicando, pero ya hemos vuelto a la normalidad y con las pilas cargadas», advierte optimista.
Y así, Zúñiga, interesada desde siempre por los microorganismos «pequeños pero extremadamente complejos», y su mentor, Enjuanes, con quien ha crecido «como científica y como persona», seguirán enfrascados en sus investigaciones y dedicados a una profesión tremendamente castigada por la falta de inversión y apoyo pero imprescindible para el desarrollo de un país, o para sacar al mundo de una pandemia como esta.
«Quiero ser optimista y pensar que esta situación cambiará al menos la valoración de la virología que en los últimos años se estaba quedando relegada de los proyectos y la financiación internacionales», porque, aunque «el cáncer y las enfermedades neurológicas son realmente importantes y tienen mucha relevancia social, no hay que olvidarse de otro tipo de cosas como las enfermedades infecciosas, y seguir apoyando a los grupos que las investigamos».
Elena Camacho
Fuente: © EFE 2020