Raúl Casado
Madrid, 8 nov (EFE).- El buque Ramón Margalef del Instituto Español de Oceanografía realizará en los próximos días una cartografía de precisión de los fondos marinos de las costas valencianas y hará un inventario de todas las «anomalías» u objetos de origen antrópico (generados por el hombre) que hay en la zona, además de un minucioso estudio del impacto que la devastadora dana ha podido tener sobre el medio marino.
Disponer de esa cartografía y de una precisa batimetría de las profundidades y del relieve del mar y las corrientes es imprescindible y fundamental para acometer después cualquier otro tipo de tareas en la zona, ha informado a EFE el biólogo marino Pablo Carrera, responsable de la flota -compuesta por cinco buques- del Instituto Español de Oceanografía (IEO-CSIC).
Carrera ha explicado que el «Ramón Margalef» tiene previsto empezar a trabajar mañana en la costa de Valencia, tras embarcar durante los últimos días equipamiento técnico y personal investigador en el puerto de Alicante, y se sumará así a las labores de apoyo científico-técnico que están prestando varias instituciones científicas en la gestión de la emergencia y la recuperación de las zonas afectadas por la dana en el litoral mediterráneo.
El buque está equipado con tecnología de última generación y numerosos instrumentos, entre ellos una ecosonda que permite obtener imágenes detalladas del fondo marino y un robot submarino (el «Liropus 2000») con brazos articulados y cámaras de alta resolución que pueden contribuir a tareas de búsqueda y rescate en alta mar.
Experiencia en Canarias
Además de su capacidad para cartografiar el fondo marino, el buque, que fue botado en 2011 y tiene 47 metros de eslora, está equipado para poder operar vehículos submarinos no tripulados (ROV), unos robots que pueden ser desplegados para explorar zonas de difícil acceso, para recolectar muestras y para realizar observaciones directas del fondo marino.
El Ramón Margalef cuenta para esta misión con investigadores que acumulan mucha experiencia en operaciones de emergencia y en el análisis de datos batimétricos, en el rastreo de objetos y en el uso del vehículos submarinos no tripulados en situaciones críticas, entre ellas las erupciones volcánicas en La Palma y El Hierro.
El «Liropus 2000» que viaja a bordo del buque oceanográfico permite realizar tareas de observación y recogida de muestras y datos hasta una profundidad de 2.000 metros, y en año 2021 localizó en aguas de Tenerife el cuerpo de una niña que había sido asesinada -junto a su hermana- por su padre.
Este «ROV» está equipado con dos cámaras, una de vídeo y otra «acústica» que no tiene tanto alcance pero consigue una mayor precisión en aguas turbias, ha explicado a EFE Pablo Carrera, y ha detallado que los instrumentos diferencian las «anomalías» en el mar «por diferencias de densidad» y son capaces por lo tanto de detectar cualquier objeto que tenga una densidad distinta a la del fondo del mar.
Esos objetos son casi siempre metálicos, como vehículos o enseres, pero el responsable de la flota del IEO ha asegurado que pueden detectar «perfectamente» cualquier cosa que haya llegado al mar y que tenga un origen antrópico. La posibilidad de encontrar víctimas sin vida en esta primera etapa es muy difícil, porque estos instrumentos no tienen el contraste necesario para detectar esos cuerpos. «Sería como encontrar una aguja en un pajar».
Pero Pablo Carrera ha incidido en que esta primera fase, y gracias a la cartografía y la batimetría precisa que esperan tener, sí permitirá disponer de un «inventario» completo y conocer con exactitud el funcionamiento de las corrientes, lo que sí puede ser determinante para trabajar en fases posteriores y gracias a las simulaciones de esas corrientes apuntar dónde se encuentran las zonas de acumulación.
Análisis del impacto de la dana en la biodiversidad marina
El biólogo ha explicado además que el IEO dispone de bases de datos y series históricas muy rigurosas y programas permanentes de monitorización de la contaminación y de la biodiversidad marina, lo que va a permitir conocer y evaluar el impacto que la devastadora dana ha tenido en el mar y determinar si han aumentado los niveles de algunos contaminantes.
«Desde la ciencia insistimos siempre en la importancia del conocimiento base y de los registros históricos», y en este caso van a ser fundamentales para determinar con exactitud la afectación que estos fenómenos meteorológicos tan extremos están teniendo sobre el Mar Mediterráneo, sobre su biodiversidad y sobre las actividades económicas que se sustentan en él.
El barco se desplaza a Valencia -han preferido tener la base logística en Alicante para no sobrecargar las instalaciones del puerto de Valencia- con catorce tripulantes, entre ellos un técnico informático y uno electrónico- y 11 científicos o técnicos de investigación, y el buque tiene una autonomía para trabajar entre 12 y 15 días antes de regresar a la base y un equipamiento que le permite escudriñar los mares en un rango de profundidades que oscila entre los 15 y los 6.000 metros.
Pablo Carrera ha observado que no son campañas fáciles, debido al fuerte componente emocional que tienen este tipo de misiones, pero ha subrayado la implicación que han demostrado los tripulantes, los técnicos y los investigadores y el compromiso que han testimoniado con la sociedad en todas las campañas que las administraciones y las instituciones les han encomendado.