Patricia Carro
Burgos, 09 dic (EFE).- Para un momento, escucha, observa, piensa… Hace veinte años que el arte contemporáneo interpela al visitante, sea cual sea su origen, desde las instalaciones del Centro de Arte Contemporáneo de Burgos (CAB), un alto en el camino entre la catedral gótica y el castillo de reconocido prestigio nacional, porque vivir en la periferia geográfica no significa ser periferia cultural.
“Hacemos cosas difíciles, claro que sí. Hacemos pensar y, a veces, pensar no nos gusta”, ha afirmado en declaraciones a EFE Cristina García, directora-gerente del CAB, quien defiende que buscan formar un pensamiento crítico entre sus visitantes, “parar y reflexionar” sobre las propuestas culturales, como hacen ellos mismos.
“No estamos inventando nada, no somos gurús de nada, sino que simplemente nos paramos, reflexionamos y vemos lo que hay a nuestro alrededor”, ha insistido, pues en el CAB han mantenido los ojos bien abiertos y los oídos bien activos desde que el proyecto arrancó el 31 de octubre de 2003.
El éxito y la singularidad del CAB, que sigue vivo veinte años después y por el que han pasado casi 1,2 millones de visitantes, son buena prueba de que su nacimiento nada tuvo que ver con aquella explosión de museos de arte contemporáneo, que algunos dieron en llamar “burbuja”, como “si todo respondiera a una misma motivación”.
Así lo recuerda Javier del Campo, director de Arte del CAB, quien marca dos diferencias en la historia del CAB; por un lado, existía una tradición que sustentaba el nuevo proyecto, la apuesta de por entonces la Caja de Burgos (ahora convertida en Fundación), que inició una colección de arte contemporáneo en los años 80.
“El gran acierto fue ser conscientes de que no se podía dejar fuera la cultura contemporánea”, como parte del patrimonio, ha insistido Del Campo, y apostar por diseñar un espacio expositivo propio, al margen de la histórica Casa del Cordón; “no todas las cajas lo hacían”, ha recordado.
Arte en estado puro
La otra diferencia estriba en la programación, pues el CAB no se configuró ni como sala de exposición ni como museo, sino “como un lugar activo, que se dedicara a proponer, a mostrar qué está pasando en el arte y la cultura contemporáneas”, dejando además libertad a los artistas para que mostraran su yo presente y futuro.
El CAB no entra en la “rueda” de “acudir al mercado y comprar proyectos en itinerancia”, sino que observando el mundo que les rodea proponen líneas de trabajo e invitan a los artistas a reflexionar sobre ellas, mirando hacia adelante, y no en retrospectiva, porque “es mejor equivocarnos juntos que continuar por la senda de lo ya conocido”.
“Hay que intentar dar un paso más y buscar ese riesgo que creo que es inherente a la cultura contemporánea”, ha apuntado el director de Arte, mientras que Cristina García ha reconocido que el CAB ha “madurado” en estos veinte años, lo mismo que el público, aquellos niños que estrenaron el programa educativo y que hoy, ya de adultos, siguen visitándolo.
García ha destacado que, en ese madurar, se han ampliado instalaciones para hacer actividades, fomentado el programa educativo, se han abierto a los artistas. “Ahora el CAB tiene una programación expositiva y otra de actividades que están perfectamente cohesionadas”.
“Dentro del mundo del arte contemporáneo somos un centro de referencia”, ha asegurado García, que “genera nuevos impulsos y nuevas propuestas”, ha apuntado Del Campo, y que como “periferia” también acoge proyectos, artistas y públicos que no tienen cabida en las grandes salas de exposiciones, en los museos, en la programación convencional.
Inconformista y nada autocomplaciente
El Centro de Arte Contemporáneo de Burgos (CAB) ha estado volcado este año en la celebración de su aniversario, pero las líneas estratégicas de 2024 ya están marcadas, con propuestas expositivas interconectadas con el territorio, algunas transgresoras, otras reflexivas sobre seres sintientes y algunas que investigarán el lenguaje.
El impacto de la tecnología en nuestras vidas, así como una vertiente ecofeminista del arte serán apuestas del próximo año, junto con una reflexión sobre el propio arte y la cultura, su evolución y sus nuevas formas, al más puro estilo arte contemporáneo.
“La carrera de fondo de la programación es que hay que conseguir que la gente siga viniendo, que participe todos los años”, ha admitido Cristina García, así que más allá de 2023, el CAB mantiene su espíritu inconformista y lejos de la autocomplacencia para cumplir, al menos, otros veinte años más.