Madrid, 18 abr (EFE).- Álex de la Iglesia ama Venecia; no solo por los festivales de cine, dice, sino porque es una ciudad que le gusta mucho. Años de visitarla le han convertido en un «gusano más», uno de los turistas de los que roen las grandes ciudades y contribuyen a su degradación.
Por eso «Veneciafrenia» es una provocación, una denuncia y un modo de hacer pensar al espectador: «Quiero que la gente se vea reflejada en esta farsa grotesca», explica el director vasco en una entrevista con Efe, realizada con motivo del estreno de la cinta este viernes 22 de abril en las salas comerciales españolas.
La película comienza con una imagen que se repite en las ciudades más hermosas del mundo con puerto de mar o, como es el caso, con lagunas que separan un centenar de islitas en el Adriático: un crucero gigantesco que desembarca miles de visitantes gritones, descuidados y vulgares, en pleno Carnaval de Venecia, entre ellos, una cuadrilla de españoles que va de despedida de soltera.
Son Isa (Ingrid García Jonsson), la novia, y sus amigos de siempre, Susana (Silvia Alonso), Arantza (Goitze Blanco), Javi (Nicolás Illoro) y Jose (Alberto Bang), que pronto conocen a los amenazantes personajes que, con disfraces inspirados en la Comedia del Arte, empiezan a complicarles el viaje.
Estos personajes, explica el director, «son como todos nosotros, viven en un mundo cerrado donde da igual la Venecia de Italia que la Venecia de Las Vegas, que solo quieren cinco minutos para irse de vacaciones y pasárselo bien en un entorno divertido, exótico y extravagante».
«Buscan la fiesta loquísima en Venecia y, por culpa de eso, terminan involucrados en una tragedia de gente que está luchando por su ciudad y que creen que Venecia es algo más que un parque temático. Y cuando estás viendo todo esto -señala-, de repente desaparece la película y te encuentras a ti mismo con unos problemas que te tocan, en los que estás involucrado».
Eso sí, la cinta «no da soluciones», solo expone el problema y los personajes «actúan en consecuencia, no es más que una ficción», se apresura a señalar el director vasco.
Pero ese deterioro, opina, ocurre con «todas las grandes ciudades, no sólo Venecia, Madrid, Barcelona, Londres. Vivimos ese proceso de gentrificación y de convertir la ciudad en una especie de queso gruyere engullido por pequeños gusanos que permanecen poco tiempo, entran y salen», apunta De la Iglesia, «un gusano más», dice.
En este caso, De la Iglesia se ha servido de la farsa como método para contar una historia, porque permite exageración, contraste, paisajes barrocos y personajes imposibles metidos en una situación increíble, señala.
Por otro lado, «lo bonito de una historia como ésta -agrega- es que el comportamiento de los villanos no está tan desencaminado, eso hace que la película sea ambivalente, porque ni los buenos son tan buenos ni los malos, tan malos».
«Eso te hace dudar de tus principios porque, por un lado, no quieres que les pase nada a los chavales, pero por otro, es que piensas que se lo están mereciendo cualquier cosa; a la vez, piensas que a algunos habría que encarcelarlos, pero no cabe duda de que Venecia está siendo destruida y degradada».
Y «Veneciafrenia» lo cuenta en formato de película de terror. Es su decimosexto largometraje, del que también firma el guion junto a Jorge Guerricaechevarría, y primera película del sello «The Fear Collection», una colaboración de Pokeepsie Films con Sony Pictures España y Amazon Studios, que se dedicará exclusivamente a producir a directores de género.
«Venus», dirigida por Jaume Balagueró, será la siguiente, y luego «Jaulas», de Ignacio Tatay, a quien Pokeepsie Films ya le produjo su primer largometraje, «La casa de tiza».
Cuenta que fue complicado rodar en Venecia y que técnicamente requirió mucho esfuerzo, ya que «en Venecia no puedes tener un camión, sino que tienes botes: de maquillaje, de atrezzo, de dirección, de producción… Y todo ese equipo se tenía que trasladar por los canales a la próxima localización».
«A ese nivel, fue tremendo», aunque se rodó en pandemia y no había nadie por las calles, «a veces -dice De la Iglesia- teníamos que simular que nos perseguían sombras, pero es que era verdad, estábamos siendo perseguidos por sombras».