Vicente Amigo: «Soy modesto porque la música es infinita y yo sé muy poco»

El guitarrista Vicente Amigo. EFE/Jorge Zapata.

Madrid, 4 abr (EFE).- Vicente Amigo, uno de los guitarristas flamencos de mayor prestigio, salta este miércoles una vez más a las tablas del madrileño Teatro Real para anticipar temas de su inminente nuevo disco, «nervioso» pero con la misma responsabilidad que en cualquier otro escenario y una actitud que tiende a minimizar su ego.

«Soy modesto porque la música es infinita y yo sé muy poco», asegura a EFE este virtuoso que amarró el primer premio del Festival Nacional del Cante de Las Minas en 1988 y que se considera un eterno aprendiz, alumno primero de Manolo Sanlúcar o el Tomate y colaborador después de estrellas como José Mercé, Al Di Meola, John Mclaughlin o el mismísimo Paco de Lucía.

A los 8 años le regalaron su primera guitarra, pero su «enganche» con este instrumento empezó antes, a los «3 o 4», cuando descubrió precisamente en televisión al de Algeciras. «Me quedé totalmente cautivado y me dije: ‘Eso es lo que yo quiero'», rememora quien empezó a cultivarse en este arte con un disco del gaditano que le regalaron de niño y que acabó «rayadísimo».

Al citarle las comparaciones con De Lucía, Amigo (Guadalcanal, Sevilla, 1967) hace aspavientos: «¡Qué va, qué va! Yo agradezco que me coticen bien, pero si Paco levantara la cabeza se ofendería. No me parece acertado».

Aunque a veces tiene ramalazos «de ira y certeza» con la música que le hacen «ir a muerte con una idea», sufre aún el síndrome del impostor, sea en un «sitio emblemático» como el Real o el Liceu de Barcelona o en uno más pequeño. «Los nervios los siento siempre que me subo a un escenario. Estoy muy responsabilizado», insiste.

«Aquí de lo que se trata es de que, cuando salgas ahí, emociones al público igual que en cualquier otro sitio» sentencia antes de reconocer que «el flamenco, como todas las músicas, se pueden tocar con el piloto automático, aunque se nota».

Para evitarlo, ha desarrollado una técnica: «A mí me gusta olvidarme de todo lo que hay alrededor y mirar para dentro para construir mi mundo, porque el público más importante para un músico es uno mismo. Hay que escucharse una y otra vez, lijando, puliendo y dándole forma a tus ideas».

En ese sentido, señala otro aspecto importante para crecer. «Cada uno debe buscar lo mejor que tiene para ofrecerlo. Es verdad que cualquier instrumeno necesita técnica y cuanta más tengas, más fácil para expresar lo que quieres decir. Si la guitarra no está en las manos, que es lo ideal, ha de estar en la cabeza», apunta para quien las seis cuerdas se han convertido en «una prolongación» de su cuerpo.

Desde la publicación de su primer disco, «De mi corazón al aire» (1991), su abanico se ha enriquecido con una perspectiva que valora todos los géneros por igual.

«Creemos que el flamenco es lo más grande, ¿pero y el jazz, el blues o la música clásica? Si es que hay que santiguarse», afirma tras presumir de un hijo «al que no le puedes pedir que cante flamenco, pero que ha sabido interiorizar la onda» de la música negra.

En mayo publicará su primer disco desde «Memoria de los sentidos» (2017) bajo el título de «Andenes del tiempo», que le tiene «muy ilusionado» y que contendrá «un poco de todo» de ese amplia mirada. «Por ejemplo aquí hay una soleá muy flamenca pero que a la vez parece música clásica», avanza.

Su salida se ha retrasado tanto por su participación en el último disco de Potito («Y yo cuando me involucro en algo, lo hago como si fuese mío», puntualiza) como por la pandemia.

«Mis guitarras estaban prácticamente grabadas de antes de que se declarara, pero cuando llegó pensé que no tenía sentido lanzarlo en ese momento. Entonces empezó a tomar otra forma, porque me aventuré a hacerle por primera vez yo los arreglos de cuerda, una asignatura que tenía pendiente», informa quien siempre ha dicho que entiende su carrera como un constante aprendizaje.

Algunos de esos temas nuevos sonarán en el concierto que ofrecerá en el Teatro Real, en el que se presentará junto a Paquito González en la percusión, Rafael de Utrera al cante, Antonio Fernández «Añil» a la guitarra e Ewen Vernal, procedente de la banda de Mark Knopler, al bajo.

Javier Herrero.