Xabier Legrand aborda en «El sucesor» una masculinidad tóxica que arranca carcajadas secas

El realizador Xavier Legrand, posa este miércoles durante la presentación de la película "Le successeur", en el 71 Festival Internacional de Cine de San Sebastián. EFE/ Juan Herrero.

San Sebastián, 27 sep (EFE).- Xabier Legrand, que ya se llevo el Premio del Público del Festival de San Sebastián en 2017 con «Custodia compartida», ha irrumpido hoy en la competición por la Concha de Oro con su segunda cinta, «El sucesor», un alegato contra la masculinidad tóxica que el director francés ve muy «coherente» en su carrera.

El realizador Xavier Legrand (c), posa este miércoles junto a los actores, Marc-André Grondin (i), y Yves Jacques (d), durante la presentación de la película "Le successeur", en el 71 Festival Internacional de Cine de San Sebastián. EFE/ Juan Herrero.

En una rueda de prensa, en la que ha comparecido acompañado por los actores Yves Jacques y Marc André Grondin y parte de su equipo de productores, Legrand ha explicado eligió contar esta historia por coherencia.

Descubrió que, al explicar de qué trataba «Custodia compartida», decía siempre que «de violencia contra las mujeres», pero aquello le parecía un poco hipócrita porque «ni siquiera nombraba al protagonista del drama que era el ‘hombre’, el culpable». Ahora, ha dicho, lo aborda directamente con sus caras, y sus nombres y apellidos.

«Todos sabemos que el patriarcado aplasta a las mujeres y a los niños, pero también a los hijos, a los hermanos. Y cómo vivimos nosotros eso -se pregunta-. Simbólicamente, he buscado saber cómo heredamos y cómo escribimos nuestra historia con la pesadez del fantasma de nuestro padre encima».

Así, conocemos al diseñador de moda Ellias Barnes (Grondin) en uno de sus desfiles más importantes en París, porque acaba de heredar la firma de una importante casa de moda. En pleno momento de ebullición por el éxito, le piden que vuele a Montreal porque su padre ha muerto.

Él lleva años sin hablarle, pero hace unos días se pregunta si unos dolores que siente en el pecho puedan ser hereditarios. Cuando se entera que ha muerto de un infarto decide acudir -aunque es lo último que le apetece- para ocuparse de las exequias.

Ya en la casa del difunto, Ellias descubre un secreto que le arruina la vida, le bloquea y no sabe cómo reaccionar. La cosa es que, si ya odiaba a su padre, ahora le aborrece del todo. Pero en cuanto se para a pensar, se da cuenta de que actúa (y piensa) como su padre.

Como marca de la casa, Legrand consigue atravesar carcajadas secas, crueles, en el espectador, en momentos auténticamente terroríficos. «Lo que ocurre es tan inédito que vamos descubriendo cosas, no tenemos ninguna referencia», dice Legrand.

«Creo que se trata de una risa más nerviosa, de protección. Hay algo cruel en ella, pienso en los videos que vemos donde nos reímos cuando la gente se cae, pero este no es un humor que responda a un gag», aclara.

Respecto a esos momentos, el cineasta considera que «la tensión solo puede existir si le damos lugar para nacer, si nos damos tiempo para ello. Hay quien piensa que tiene que haber mucho músculo y mucha acción e información para lograr ese ritmo, pero yo lo veo al contrario -explica- como una cinta elástica que la estiras y estiras y en un momento, sueltas».

«Es algo orgánico, ya sea en la escritura o en la forma de rodar».

En cuanto al personaje de Grondin, Legrand explica que buscaba una figura viril con ojos y mirada de niño. Su particular antihéroe, explica, que se orina encima, «no es ningún salvador».

Grondin, protagonista de «C.R.A.Z.Y» (2005), una película iniciática que fue todo un emblema para el mundo LGTBQ, fue elegido precisamente por eso. «Es verdad que me paso la película llorando», bromea el actor francés, si bien su último llanto es una de las mejores escenas de la película.

«Rodamos en orden cronológico, y gracias a eso, al trabajo y a la fatiga del final, fui quitándome las capas de protección, si no, creo que no hubiera podido hacerlo», ha señalado.

Que llorase así es porque se produce en él una especie de catarsis, «como si llegase a una verdad que se revela, es el último desastre», apunta Legrand.