Ermua (Bizkaia), 20 jul (EFE).- El ministro de Interior, Fernando Grande-Marlaska, ha reivindicado hoy el papel de las víctimas del terrorismo como «mejor baluarte de dignidad» y ha dicho que representan «el mejor elemento pedagógico y profiláctico para impedir radicalismos violentos».
Así lo ha señalado durante una visita a la exposición inaugurada el pasado 8 de julio en Ermua (Bizkaia) sobre la labor que la Policía Nacional, la Guardia Civil y la Ertzaintza han desempeñado en la lucha contra ETA.
El ministro ha visitado la exposición acompañado entre otros por el alcalde de Ermua, Juan Carlos Abascal; el jefe superior de Policía en el País Vasco, Jesús Herranz; el general jefe de la 11ª zona de la Guardia Civil, Antonio Campos, así como por mandos y agentes de la Ertzaintza y de la Policía Municipal de Ermua.
Grande-Marlaska, que ha dicho que no pudo acudir a la inauguración de la muestra por motivos profesionales, ha abogado por situar a las víctimas del terrorismo «en el centro de nuestro pensamiento, de nuestra vida», porque ha apuntado que «son y serán» la expresión de la «dignidad y de la ética».
En este sentido, ha manifestado que la memoria de las víctimas es la «mejor herramienta pedagógica y profiláctica contra la violencia, contra los extremismos», y ha apuntado que su «recuerdo debe formar parte del presente para garantizar un futuro en dignidad y democracia».
El ministro ha señalado que la exposición, que ha sido organizada con motivo del 25 aniversario del secuestro y asesinato del edil del PP de Ermua Miguel Ángel Blanco, reconoce la labor de las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado «durante unos años duros y difíciles».
Grande-Marlaska ha recordado que 401 agentes policiales fueron asesinados por la banda terrorista ETA y más de 700 resultaron heridos «por defender la libertad y la democracia».
El ministro ha rememorado que hace 25 años, tras el asesinato y secuestro de Blanco, Ermua se convirtió en «el centro de la dignidad y en el origen del grito pacífico de la sociedad vasca», que marcó «el principio del fin de ETA».
En este sentido, ha evocado la «impotencia» que la sociedad vivió ante la «crueldad y la sinrazón» de ETA, pero también su sentimiento de «valentía especial» y «espíritu de lucha» por la defensa de los valores democráticos que se generaron en aquel momento.