Pilar Martín
Madrid, 24 sep (EFE).- Hace dos semanas ganó el Premio Nacional de Cómic 2023 por «Grito nocturno», la segunda parte de una trilogía que llega a su final con «El pájaro y la serpiente», su nueva novela gráfica en la que vuelve a poner de manifiesto que le resulta «más liberador» expresarse con personajes femeninos.
Así lo reconoce a EFE el autor extremeño (Badajoz, 1982) Borja González con motivo de la publicación de este cómic (Reservoir Books) en el que Teresa y su hermana Mayte viven una nueva historia asfixiante, liberadora y con alta dosis de violencia en un castillo habitado por una serie de personajes que construyen con precisión de relojero una trama con tintes lorquianos.
«Cuando imagino una historia automáticamente la pueblo de personajes femeninos (…) tardé en darme cuenta, pero utilizo personajes femeninos porque es con los que me identifico. Es con los que soy capaz de expresarme sin cortarme, creo que puedo ser más real a pesar de que en este libro nadie dice una sola verdad ni dice nada sin estar ocultando 27 cosas detrás», ha afirmado González.
Y así, sin «filtros» es como llega «El pájaro y la serpiente», obra precedida por «The Black Holes» y «Grito Nocturno» (obra por la que ha recibido el Premio Nacional de Cómic 2023) y en la que continúa la historia de esas dos hermanas atrapadas, por decisión propia, en ese mundo paralelo lleno de historias de terror al que entraron en la primera de las entregas.
Con una estética similar a las anteriores novelas, González consolida en esta novedad su manejo del silencio en viñetas mudas de palabra, pero llenas de contenido. Recursos éstos, ha indicado, que acompañan a Teresa a ese punto «de no retorno» que cuenta esta historia visceral y no exenta de violencia.
«Ya había violencia en los anteriores libros. Teresa siempre estaba por encima de los demás y el resto de personajes terminaron bailando a su ritmo de alguna una manera, a veces graciosa, amable, melancólica, pero violenta al fin y al cabo. Con este quería dar un paso más, me interesaba un personaje manipulador y aquí quería hacerlo evidente que no hubiera ninguna duda», ha concretado.
Y algo parecido es lo que hace con sus lectores, mantenerlos en un estado de intriga y no darles lo que él cree que se esperan.
«Ahora hay un miedo a molestar a los lectores, hay que darles exactamente lo que esperan y con estos tres libros, literalmente, he hecho lo contrario. En un principio tenía la intención de que fuera una historia mucho más lineal y entendible. Pero la cabra tira al monte y al final disfruto fastidiando un poco», ha apuntado el extremeño.
Repleta de detalles que, ha afirmado, quizá no se «vean en una primera lectura», esta obra está llena de diálogos que parecen versos; un trabajo al que no es el que más trabajo le lleva a González porque la mayor parte del esfuerzo está en «marcar el tiempo de ahora» para que el resultado final sea «un artefacto que funcione con armonía».
«Y eso es a lo que más tiempo le dedico y eso es la composición de página, el ritmo de los diálogos, los silencios, pero también el color, la ausencia de color y de repente, aquí te voy a dar un poco de color, ese tipo de cosas que para mí funcionan de una manera casi abstracta, casi es como un éxtasis», ha matizado.
Con su siguiente obra ya en la cabeza, el autor no duda que Teresa aparezca de «alguna forma» en sus siguientes obras porque el imaginario de este universo ya está en el ADN de su creador.