Comercializan minihuertas de «lechugas felices» y cosecha propia

"lechugas felices"

Dos madrileñas impulsan un proyecto destinado a cosechar «lechugas felices» en cada hogar, gracias a minihuertas cultivadas de forma sostenible, que reducen la huella de carbono, ahorran plástico al planeta y promueven una alimentación exenta de pesticidas.

Inés Sagrario y Ana Sáez son las dos emprendedoras que han detectado un creciente interés por este tipo de agricultura a raíz del confinamiento y la crisis sanitaria, pues «la gente quiere tener verde en su vivienda, no sólo el típico tiesto de plantas aromáticas que, con el tiempo, se puede estropear».

Por ello, fundaron Ekonoke, una iniciativa que fomenta el producto de proximidad a 20 kilómetros de Madrid «para tener una huella de carbono simbólica o incluso positiva», que utiliza energía renovable para promover la producción «sin sacrificar unos principios de respeto al medioambiente y contribuir a la comunidad».

El proyecto parte de una iniciativa previa denominada Achipámpanos y evolucionó a partir de los huertos verticales gracias a la cooperación con los «mini cultivos que desarrolla la iniciativa Los Tallos«, ha explicado Sagrario a Efe.

Las emprendedoras han diseñado un «entorno controlado» en una nave industrial ubicada en la localidad de San Sebastián de los Reyes, al norte de Madrid, en el cual no tienen cabida los fertilizantes químicos, pesticidas o agroquímicos, en lugar de los cuales utilizan su propio biofertilizante.

En esta especie de laboratorio natural, «contamos con estructuras donde colocamos el sustrato inerte y depositamos la semilla» junto a un depósito que contiene agua mezclada con su biofertilizante, el cual posee los nutrientes necesarios para las plantas.

Además, han fijado un control sistemático de la temperatura y la humedad relativa y asegurado la renovación del aire debido a que, en este proceso, «al final se captura CO2 y con la fotosíntesis de las plantas se genera más oxígeno y aire limpio».

Sus cultivos hidropónicos no requieren tierra y emplean un circuito cerrado de agua, «al que nosotras le agregamos los nutrientes» lo que, con la constante recirculación del agua y una iluminación basada en luces led, garantiza un producto sano y sostenible en un cultivo que, según afirma Sagrario, «a nivel español es un método pionero».

Uno de los puntos que diferencia este tipo de agricultura del tradicional es que necesita «una décima parte de agua» y, al ahorro de riego, hay que sumar que «no arrastra químicos asociados con problemas como la contaminación de acuíferos» por lo que «no perjudicamos el medio en absoluto, al no utilizar productos nocivos».

Las minihuertas se presentan en un recipiente de cartón que es 100 % compostable para ahorrar el impacto ambiental que supone otro tipo de materiales y contiene «brotes de lechugas vivas para que puedan cosecharse» de acuerdo con las necesidades puntuales del cliente, con un cuidado menor del que requiere un huerto al uso, ya que «sólo necesitan agua cada dos días».

«Se trata de una pequeña parcela de 20 por 30 centímetros», muy diferente de las bolsas de plástico tan populares en los supermercados que contienen las ensaladas listas para su consumo, y en ella el consumidor puede encontrar «lechugas que prometen un sabor, olor y textura naturales».

En la actualidad, Ekonoke trabaja también en el desarrollo de otras variedades de hortaliza con hoja, como la rúcula, así como de plantas aromáticas.

Fuente: © EFE 2020.