Donald Tusk cumple un año en el poder con luces, sombras y promesas

El imagen de Archivo del primer ministro polaco, Donald Tusk.
EFE/EPA/RADEK PIETRUSZKA POLONIA FUERA

Cracovia (Polonia), 10 dic (EFE).- Un año después de haber llegado al Gobierno con una propuesta liberal y proeuropea, Donald Tusk se enfrenta a las críticas de su electorado por no haber cumplido ninguna de sus grandes promesas y al descontento de sus aliados en la coalición.

El Ejecutivo de Tusk, compuesto por una amplia coalición que abarca desde la izquierda hasta el centro derecha, se enfrenta, aún 12 meses después de acceder al poder, al desafío de cumplir con sus principales promesas electorales y diferenciarse de su predecesor, el partido Ley y Justicia (PiS), al que criticó duramente durante sus ocho años en la oposición.

Si bien es cierto que se han logrado avances en algunos aspectos, la sensación generalizada es que la esperada «reparación del Estado de derecho» aún no ha llegado, en parte, debido al freno impuesto por los vetos presidenciales a algunas de las leyes aprobadas por el equipo de Tusk, también por culpa del caos institucional heredado, y en no menor medida por las disensiones internas de la coalición.

Continuidad en la política económica y migratoria

La Plataforma Cívica (KO) de Tusk, quien fue aprobado como primer ministro el 11 de diciembre de 2023 por el Parlamento polaco, ha mantenido la continuidad de muchas políticas implementadas por el PiS, como una restrictiva política migratoria que prevé denegar el derecho de asilo e intensificar los controles fronterizos.

Tusk ha utilizado una retórica similar a la de su predecesor, Mateusz Morawiecki, hablando de la necesidad de defender la «supervivencia de la civilización occidental» frente a la «migración incontrolada».

Y el lunes decidió renovar las restricciones de acceso a civiles en la franja fronteriza con Bielorrusia, donde se mantiene la práctica de las «devoluciones en caliente».

En el ámbito económico, se han mantenido los generosos programas de bienestar social introducidos por el PiS, e incluso se han ampliado con nuevos aumentos salariales en el sector público para capear la galopante inflación.

Las promesas electorales de Tusk de reducir impuestos y controlar el gasto público han quedado en un segundo plano, lo que hace temer un déficit presupuestario superior al 5,5 % y ha llevado a Bruselas a abrir un procedimiento de déficit excesivo contra Polonia.

Estado de derecho y aborto: todo sigue igual

En el ámbito del Estado de derecho, una de las principales preocupaciones de Bruselas durante el Gobierno del PiS, las promesas de Tusk de «restaurar la democracia» se han topado con múltiples dificultades y la reforma del sistema judicial, uno de los grandes empeños del jefe de Gobierno liberal, solo avanza lentamente, en parte debido al veto del presidente Andrzej Duda, aliado del PiS.

El Gobierno ha optado por destituir a todos los altos funcionarios nombrados por el PiS de manera similar a como lo hizo este partido, utilizando métodos jurídicamente cuestionables.

La liberalización de la ley del aborto, una de las promesas estrella de Tusk, también se ha encontrado con obstáculos, en este caso por la falta de consenso dentro de la coalición, especialmente por parte del conservador Partido de los Agricultores (PSL), que impidió la aprobación de una ley que permita el aborto en las primeras 12 semanas de gestación.

El propio Tusk ha admitido que no habrá una mayoría parlamentaria a favor del aborto legal en esta legislatura, lo que ha generado frustración entre muchos de los que votaron por el cambio, especialmente mujeres y jóvenes.

Relaciones internacionales y descontento en la coalición

En el ámbito internacional, las relaciones con Bruselas han mejorado notablemente bajo el Gobierno de Tusk, lo que ha permitido desbloquear los fondos europeos congelados bajo el PiS.

En 2025, Polonia asumirá la Presidencia del Consejo de la Unión Europea (UE), una buena ocasión para que el carisma e influencia de Tusk afiancen la nueva estatura internacional de su país, en un contexto en el que los gigantes alemán y francés se hallan sumidos en sendas crisis.

Sin embargo, las tensiones con Alemania y Ucrania persisten, y el Ejecutivo polaco ha mantenido una línea dura en temas como las reparaciones de guerra a Berlín y el legado de las masacres de Volhinia.

En el plano interno, las encuestas revelan un descontento creciente entre los votantes de los socios minoritarios de la coalición, mientras que los partidarios del partido de Tusk se muestran mayoritariamente satisfechos.

Si el alcalde de Varsovia, Rafal Trzaskowski, considerado el delfín de Tusk, logra en las elecciones presidenciales de la próxima primavera la victoria que se le escapó por pocos votos en 2020, desaparecerá el obstáculo del veto presidencial y el jefe de Gobbierno podrá avanzar en su programa… hasta donde le permitan sus aliados.

Miguel Ángel Gayo Macías