Julio Gozález y Picasso: los dos motores de una nueva escultura

La Fundación Mapfre abre las puertas de la primera exposición dedicada al Año Picasso con "Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura". En la imagen, la obra "Madre con niño muerto (II). Proscripto de 'Guernica' , de Pablo Picasso". EFE/ Luis Millán

Celia Sierra

Madrid, 21 sep (EFE).- El encuentro fortuito en París del escultor Julio González y el artista Pablo Picasso dio lugar a un capítulo clave en la historia del arte: el nacimiento de la escultura en hierro. La Fundación Mapfre rastrea los pasos de ambos artistas en una exposición que trata de arrojar luz sobre este momento histórico.

«Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura» abre sus puertas este viernes, 23 de septiembre, hasta enero como la primera exposición que se celebra en España con motivo del Año Picasso, que llegará con todo su apogeo en 2023.

La muestra cuenta con numerosas esculturas de ambos artistas, dibujos preparatorios, cuadros y fotografías de la época. Entre las piezas más destacables está «Femme au jardin» de Pablo Picasso, prestada por el Museo Nacional Picasso de París.

UN NUEVO LENGUAJE ESCULTÓRICO

«¿Cómo dar forma a la nada?» se preguntó Picasso después de que le encargaran un monumento que conmemorara la muerte de su amigo Guillaume Apolinaire. Picasso se puso en contacto en 1928 con su amigo Julio González, al que había conocido en Barcelona y se había reencontrado de manera fortuita en París, donde ambos vivían.

Sabía que González -orfebre de profesión- estaba trabajando en esculturas metálica y le podía ayudar en la tarea de construir una escultura que representara «esa nada».

El trabajo a cuatro manos, que se prolongó durante años y nunca llegó a materializarse, dio como resultado una serie de trabajos preparatorios que apuntan una nueva forma de hacer escultura, con nuevos materiales como el hierro y la soldadura, pero sobre todo, con un lenguaje radicalmente diferente, con planos, líneas y vacíos.

Esta colaboración entre ambos artistas ha marcado tradicionalmente como el nacimiento de la escultura moderna, pero la muestra trata de mirar más allá y amplía horizontes.

El proyecto fue ideado por Tomás Llorens, exdirector del IVAM y del Museo Reina Sofía, años antes de morir (2019), y su hijo Boye Llorens ha continuado el proyecto, según ha contado hoy en la presentación de la muestra en Madrid.

«Algo que preocupaba a mi padre era que se intentaba presentar a Picasso como inventor de la escultura moderna en hierro. Nadie se ha inventado la escultura en hierro -ha explicado- como nadie se ha inventado el paisaje o la perspectiva, son encuentros que se van produciendo».

DEL MODERNISMO A LA GUERRA

«Julio González, Pablo Picasso y la desmaterialización de la escultura» parte en los orígenes de ambos artistas, en una Barcelona marcada por un modernismo tardío, en la que se difumina la linea entre las bellas artes y artes decorativas.

Muchas de las claves que ambos artistas desarrollarían después en su colaboración están ya presentes en obras de otros artistas como Joaquim Mir, Joaquim Sunyer, Isidre Nonell, que giran su mirada al primitivismo.

Ya en París, Julio González -orfebre de formación- aprende a soldar en una fábrica de Renault y comienza a jugar con un nuevos materiales. Ese nuevo lenguaje, reivindica la muestra, se puede ver en la obra de numerosos artistas de la época influenciados por el nacimiento del cubismo y las vanguardias.

La pieza «Mujer en el jardín», una escultura metálica en blanco en la que colaboran por ambos, cristaliza la revolución que está experimentando la escultura en ese tiempo: la esfinge, de gran tamaño y con un solo ojo tiene una cabellera flotando al viento.

Nacida a partir de la idea de ‘collage’ cubista, es la escultura es lo más parecido a lo que el artista malagueño había ideado para el monumento dedicado a Apollinaire, que nunca llegó a materializarse.

«Su relación de amistad y respeto mutuo les permite romper las barreras del arte», ha dicho hoy Nadie Arroyo, directora de la fundación.

Tras su colaboración cada artista sigue su propia evolución, González con esculturas planas y lineales y Picasso más volumétrica, aunque sus carreras vuelven a confluir con la llegada de la Guerra Civil en España, un tema central en la obra de ambos y que cierra la muestra.

«Ambos reflejan el horror de la guerra -señala Llorens-. Pese a las diferencias, en ambos hay coincidencias que proceden de sus años de formación en la Barcelona modernista».

Este es el período de «Guernica» y de las mujeres llorando para Picasso, del que se encuentra un trabajo preparatorio, pero también de «El hombre del cordero», la gran escultura realizada bajo la ocupación alemana en París. Para González es el año de «La Montserrat» y los «Hombres Cactus».

El diálogo entre las poéticas personales de los artistas se hace, si cabe, más evidente.