
Granada, 18 mar (EFE).- La periodista afgana Khadija Amin pasó en tres horas de presentar los informativos de la televisión pública a huir por el régimen talibán y pedir asilo en España, país que la «salvó» y donde defiende el derecho a la esperanza de los refugiados, que buscan «sobrevivir, no quitar puestos», y confía en volver a un Afganistán libre.
Amin nació hace 32 años en Kabul (Afganistán), poco más de tres décadas en las que la forzaron a casarse, se divorció, estudió periodismo, peleó para salir a la calle sin velo y conquistó un hueco en los informativos matinales de la televisión pública.
«En tres horas mi vida cambió totalmente. Por la mañana fui a la televisión, presenté los informativos de las nueve de la mañana y a las doce me obligaron a abandonar la oficina», recuerda Amin en una entrevista con EFE poco antes de hablar sobre los mecanismos de asilo en víctimas de violencia de género.
Lo hace en una charla organizada por la Facultad de Relaciones Laborales y Recursos Humanos de la Universidad de Granada, una de sus formas de tejer redes y trabajar por un futuro en el que pueda dejar de ser refugiada para ser solo una afgana libre en un país democrático, su país.
El régimen talibán la expulsó de su Afganistán natal y la convirtió en refugiada en España, un país en el que tuvo que vivir en parques, pero que le ha devuelto la vida.
«España me ha dado otra vez mi reconocimiento como periodista, como una mujer afgana que lucha por nuestros derechos», recalca esta joven que ha rechazado vivir con familiares en Holanda o Estados Unidos y que confía en trabajar en España hasta que pueda hacerlo de nuevo en Afganistán.
Una discriminación múltiple
Amín ha sufrido discriminación como mujer, como refugiada, como extranjera no occidental y por su religión, pero justifica estos sinsabores en la falta de información y anima a otros refugiados a estudiar, a pedir ayuda, a aprender el idioma.
Sufrió a una casera que la echó de un piso compartido después de pasar doce días hospitalizada solo por su condición de refugiada, un calificativo que acepta pero que le duele, porque nadie huye de su país por gusto.
«Hemos venido aquí para sobrevivir, para buscar una vida, porque allí era imposible. No vinimos a ocupar el puesto de alguien, no vinimos ocupar la casa de nadie. Trabajamos, pagamos impuestos como cualquier persona. La única diferencia es que nos obligaron a abandonar nuestro país», resume esta periodista.
Feminista y defensora de los derechos humanos, aprendió español para reconquistar su libertad y poder ejercer su profesión y confía plenamente en un nuevo giro de timón que le permita volver a un Afganistán libre en el que las mujeres tengan su espacio en la esfera pública.
Reconoce que tras el golpe del régimen talibán lloró durante días por ver cómo su país había perdido en horas los logros conquistados durante veinte años pero recuerda que si ya hubo un cambio, puede llegar otro: «Fue muy duro, todavía lo es. Es un trauma y llevas siempre ese dolor contigo».
Una mujer presidenta
Está convencida de que volverá a su país y que, en algún momento, una mujer presidirá Afganistán: «Tenemos esperanza de que esto llegará», asegura.
Lamenta que la sociedad internacional deje «solas» a las mujeres afganas en su lucha por recuperar la democracia y los derechos pero recalca que tienen esperanza. «Afganistán necesita a una mujer presidenta y las mujeres estamos luchando. Llevamos cuatro años y es una lucha incansable».
Amín utiliza su experiencia como víctima y el triunfo de su divorcio para ayudar a otras mujeres que sufren violencia machista a visualizar y creer en una vida mejor, para brindar consejos desde su historia.
Ahora comparte sus vivencias con otras víctimas para que no se conformen con una vida de insultos y golpes y les ofrece un refugio desde la empatía del refugiado y con la expediencia de que se puede escribir un final feliz.