
Rafael Cañas
París, 20 mar (EFE).- La intensa vida de Marina Ginestà, la joven que se hizo famosa por su icónica foto con un fusil al hombro en el hotel Colón de Barcelona en julio de 1936, aparece desvelada en el libro que hoy publica su hija, Isabelle Werck-Ginestá.
'La chica del fusil. Marina Ginestà', que este jueves sale a la venta en España publicado por la editorial Bala Perdida, «levanta un poco el velo», explica Isabelle, sobre la vida de una de tantas personas anónimas que vivieron momentos históricos, a menudo terribles.
Escrito a partir de recuerdos que Ginestà (1919-2014) contaba a su hija, ya que ella no quiso escribir su biografía, el libro muestra a «una persona muy completa, muy buena, muy culta, muy interesante», resume Werck-Ginestà en una entrevista con EFE.
Nacida en Toulouse (Francia) en una familia catalana emigrante (el padre sastre, la madre costurera) con varias generaciones de cooperativistas de izquierdas, Ginestà se mudó con ellos a Barcelona en 1928, muy poco antes del torbellino que se inició con la llegada de la Segunda República.
La foto del hotel Colón

La famosa imagen de Marina a los 17 años vestida con mono de miliciana (aunque nunca lo fue) y un fusil al hombro (aunque jamás usó un arma), se convirtió después en un icono de la Guerra Civil.
Fue tomada el 21 de julio de 1936, recién iniciada la contienda, por el fotógrafo alemán Hans Guttman, que después hispanizó su nombre a Juan Guzmán y murió en México en 1982.
La fotografía resurgió después de que la Agencia EFE compró en 1987 el fondo documental de Guzmán sobre la Guerra Civil, con unos 3.000 negativos y, en 2006, uno de sus documentalistas, tras investigar en varias fuentes, descubrió la identidad de la chica anónima de la imagen.
Eso permitió localizar a Marina en su piso del distrito XII de París, donde EFE la entrevistó en 2008, el mismo donde tuvo lugar la entrevista con su hija Isabelle.
Allí, con vistas por un lado al castillo de Vincennes y por otro al centro de la ciudad con un poquito de la torre Eiffel, Werck-Ginestà insiste en que su madre siempre asumió su fama repentina con «modestia».
«Me acuerdo muy bien de lo que dijo: El que tiene talento en eso es el fotógrafo, yo no», rememora.
Su hija reconoce que, con todo lo que acontecía en Barcelona en esos días de julio de 1936, «creo que (Marina) no se acordaba mucho» de su sesión fotográfica con Guzmán, que le hizo veinte fotos.
Gracias a su dominio del francés, Marina Ginestà fue traductora y periodista durante la guerra, llegó a trabajar muy cerca del frente y, tras la derrota republicana, estuvo presa en Alicante varias semanas pero quedó finalmente en libertad, mientras muchas de sus compañeras de cautiverio fueron fusiladas.
Pasó a Francia de forma clandestina en 1939 por los Pirineos, una odisea en la que ella se rompió la muñeca y falleció su novio, Josep Almadí, aparentemente de hipotermia.
Tras varios meses en Francia, se embarcó con su familia rumbo a la República Dominicana, lo que les permitió esquivar la ocupación nazi. En el barco conoció al que fue su primer marido, Manuel Periáñez, un exoficial del Ejército Republicano, y en suelo dominicano tuvo a su primer hijo, Manuel.
Tras cinco años en el país caribeño, dominado por la violenta dictadura de Rafael Leónicas Trujillo, la familia (padres, hermano, marido e hijo) pasó a Venezuela, bajo el régimen más favorable de Rómulo Betancourt.
Marina Ginestà, que antes y durante la guerra se consideraba comunista, abandonó esa ideología. «Se burlaba un poco de todo el ceremonial del culto a la personalidad de Stalin», detalla Isabelle, quien afirma que «no se dejó nunca» dominar por «la ilusión comunista estalinista».
En Caracas, Marina terminó no solo con el comunismo sino que rompió con su marido, muy cansada de su machismo, común entonces a muchos hombres de izquierdas que no consideraban que la revolución debía llegar también a las mujeres.
«Ella era muy feminista», esgrime su hija, que también apunta que Marina se cansó de la atonía de la relación. Gracias a su dominio del francés, entró a trabajar en la embajada belga, donde conoció al que sería su segundo marido, el diplomático Carl Werck.
Este matrimonio le llevó por medio mundo: Bruselas, La Haya (donde nació Isabelle en 1954), Quito, Londres, Nueva Orleáns y Barcelona (1972-1976). En la capital catalana, Marina se reencontró con amigos, familiares y vivió la muerte del dictador Franco.
Durante varios períodos residió en París antes de instalarse allí de forma permanente en 1980 tras la jubilación de Carl.
Antes, en 1968, durante una manifestación del mayo del 68 en París con una adolescente Isabelle de la mano, se metió en un enfrentamiento para pedir a los antidisturbios que dejaran de pegar a un joven: «Paren, paren, ¿quieren ustedes matarlo o qué?».
Figuras históricas
Por el libro desfilan figuras históricas a las que Marina o sus familiares conocieron, como Andreu Nin, Buenaventura Durruti o Ramón Mercader -el asesino de Trotsky en México en 1940- con el que ella mantuvo un breve «flirt» antes de que él desapareciera, luego se supo que para ingresar en el NKVD, la policía secreta soviética.
También aparecen Pau Casals, Pompeu Fabra, la reina Isabel II de Inglaterra, el príncipe -luego rey- Alberto de Bélgica, la correspondencia con Simone de Beauvoir o incluso el apartamento de Londres donde vivió la familia y donde antes había residido Juan Negrín.
Un mosaico que resume una época convulsa en España y el resto del mundo. Eran «personas clave» y muy diferentes entre sí, pero «mi madre era muy modesta (…) y nunca presumió de todo eso», subraya Isabelle, musicóloga y autora de varias biografías de compositores clásicos.
Más allá de sus aventuras, 'La chica del fusil' muestra en un estilo sencillo y directo a una Marina Ginestà melómana, con afán de aprender, activista en Amnistía Internacional, autora de dos novelas y que se hizo «parisina por decisión», resume su hija.