Tokio, 24 oct (EFE).- Las muertes solitarias de ancianos en Japón ascendieron a 40.000 solo en la primera mitad de 2024, una de las tantas consecuencias del aislamiento social que sufren las personas mayores y que un distrito tokiota busca combatir con una red de vigilancia donde participan, entre otros, repartidores de periódicos.
Para el país asiático, el envejecimiento poblacional supone uno de sus mayores desafíos y de cara a las elecciones del 27 de octubre es una cuestión candente, definida como «emergencia silenciosa» por el primer ministro, Shigeru Ishiba, líder también de la formación favorita para ganar los comicios, el Partido Liberal Democrático (PLD).
Repartidores de prensa, leche o comida, carteros y trabajadores de comercios locales supervisan voluntariamente el estado de los ancianos del distrito de Meguro para controlar si sus necesidades están cubiertas o requieren algún tipo de asistencia, explicó en una entrevista con EFE la directora de Bienestar Social del ayuntamiento de este popular barrio residencial, Kumiko Hashikawa.
Pilas de periódicos y cartas en puertas y buzones, cortinas bajadas durante el día, ropa tendida demasiado tiempo o luces apagadas cuando oscurece son algunos de los indicadores que llevan a los integrantes de la red de vigilancia a avisar de que un residente podría necesitar ayuda a las autoridades competentes del distrito, donde un 19,7 % de la población supera los 65 años.
El sistema integra además un grupo de 104 voluntarios que visitan en sus hogares a los mayores que así lo solicitan (hasta ahora, 47 vecinos han pedido la vigilancia intensiva) para asegurarse de que todo transcurre con normalidad o, por el contrario, detectar problemas.
El voluntario encargado de llevar a cabo la vigilancia continuada es asignado a cada anciano a través de un proceso de emparejamiento que conecta personas que congenian.
Comercios locales como peluquerías o tiendas de comida se suman también a la iniciativa y su papel es contactar con los servicios sociales en caso de verse en tesituras como atender a un anciano que llega en pijama o desorientado, o notar la ausencia de clientes mayores habituales.
«Nos dicen (los ancianos) que están contentos de tener a alguien que se preocupe por ellos», dijo la directora de Bienestar Social de Meguro.
Entre el 10 y el 20 % de los avisos requieren intervención
Hashikawa anotó que «requirieron tomar alguna medida» entre el 10 y el 20 % de las 336 llamadas recibidas en 2023, medio centenar más que el año previo, aumento que atribuyó a las altas temperaturas registradas en los últimos años en Japón durante los meses de verano, época en la que se registra gran parte de los incidentes.
El profesor experto en gerontología social de la Universidad Nihon Fukushi (prefectura de Aichi, en el centro de Japón), Masashige Saito, calificó de «problemática nacional» las muertes solitarias en el país asiático durante una entrevista con EFE.
Saito se sirvió de datos de la Oficina Forense de Tokio para explicar que de los ancianos que mueren solos cada año (40.000 para la primera mitad de 2024, según datos de la policía), unos 15.000 son «descubiertos» cuatro o más días después de tener lugar el fallecimiento, mientras que el número aumenta a 27.000 para las muertes notificadas dos días después de producirse.
Para el experto, «no basta» con descubrir y reportar la muerte «lo antes posible», sino que el problema «debería abordarse minimizando el aislamiento social», que según él tiene una «estrecha conexión» con la mortalidad en los ancianos.
«Aproximadamente 18.000 personas mayores en Japón pueden experimentar una muerte temprana debido al aislamiento social. Las personas mayores que comen solas tienen un riesgo 2,8 veces mayor de muerte por suicidio en comparación con las que no lo hacen», indicó el investigador, para quien la interacción e integración sociales son fundamentales en la tercera edad.
En este sentido y con el objetivo de mantener ocupados y activos a los ancianos, el distrito tokiota de Meguro organiza actividades en dos centros cívicos de la circunscripción que EFE pudo visitar.
El participante más mayor en uno de estos eventos, donde se llevan a cabo ejercicios físicos y de pronunciación para ancianos, es uno de los instructores voluntarios, Yasumichi Taniguchi, de 92 años, que imparte sesiones allí desde hace seis años.
«En noviembre cumpliré 93 años y estar con estos jóvenes me sirve para vivir y mantenerme joven yo también», bromeó Taniguchi al término de la clase, antes de volver a su casa pedaleando en bicicleta.
Otra de las asistentes, Keiko Hotta, de 79 años, concluyó: «Al participar en estas actividades, me di cuenta de que es uno mismo quien puede tomar la iniciativa para mejorar su salud».
María Carcaboso y Yoko Kaneko