Sevilla, 13 ene (EFE).- Un equipo científico coordinado por la Estación Biológica de Doñana destaca el potencial de los cultivos arbóreos como los olivos o los frutales para la conservación de la biodiversidad, el desarrollo socioeconómico y la mitigación del cambio climático.
Según ha informado este lunes en un comunicado este centro dependiente del Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC), los cultivos arbóreos como los olivos, el café, los árboles frutales o el cacao cubren en conjunto más de 183 millones de hectáreas en todo el mundo.
Sin embargo, son ignorados en la mayoría de las políticas agrarias a nivel mundial a pesar de ser fundamentales para lograr los Objetivos de Desarrollo Sostenibles (ODS).
El equipo científico internacional coordinado por la Estación Biológica de Doñana (EBD-CSIC) destaca cómo estos cultivos, además de ser esenciales para la dieta y la economía global, también tienen un enorme potencial para proteger la biodiversidad, combatir el cambio climático y mejorar la vida de millones de personas en todo el planeta.
«Estamos perdiendo la oportunidad de aprovechar los cultivos arbóreos para enfrentar algunos de los mayores desafíos ambientales y sociales de nuestro tiempo», ha indicado Carlos Martínez-Núñez, investigador de la Estación Biológica de Doñana y coordinador del estudio.
Si se gestionan correctamente, además de proveer unas 1.000 millones de toneladas métricas de alimento al año, estos sistemas agrícolas pueden ser una herramienta clave para proteger la biodiversidad, mitigar los efectos del cambio climático y reducir el desempleo, así como la pobreza rural.
Impulso de cultivos sostenibles
Según las conclusiones del equipo científico que ha participado en el artículo, es urgente que los responsables políticos desarrollen una agenda específica que impulse prácticas más sostenibles para estos cultivos.
Las políticas agrarias suelen focalizarse en la gestión sostenible de cultivos de dinámica anual como el trigo, el girasol o el arroz, cuyo ciclo de vida, desde que germinan hasta que producen fruto y se reproducen, ocurre en un periodo máximo de un año.
Sin embargo, muy pocos se centran específicamente en los cultivos arbóreos perennes.
Pese a que es importante trabajar sobre los cultivos anuales para mejorar la sostenibilidad agrícola, lo cierto es que tienen de media un valor ecológico menor, aunque se gestione de manera apropiada, debido a su menor complejidad estructural y a sus dinámicas a corto plazo.
Los cultivos arbóreos, por el contrario, tienen una mayor complejidad estructural y ofrecen una amplia gama de microhábitats en los que puede coexistir una rica biodiversidad si se gestionan de manera apropiada.
Además, estos cultivos ocupan la tierra durante varios años sin replantación, lo que hace que estos hábitats sean relativamente estables dentro de un mismo año y de un año a otro.
Otro de sus beneficios reside en sus extensas raíces y abundante hojarasca, que ayudan a reducir la erosión del suelo, aumentar su fertilidad y proporcionar hábitats permanentes para muchas especies.
Estos cultivos también ayudan a reducir los gases de efecto invernadero mediante el secuestro de carbono, favorecen la conectividad entre hábitats naturales fragmentados y ayudan a amortiguar el impacto de los paisajes agrícolas intensivos sobre las áreas protegidas adyacentes.
En el aspecto socioeconómico, los cultivos arbóreos perennes tienden a estar menos mecanizados y a menudo requieren más mano de obra, lo que ofrece una oportunidad para reducir el desempleo y apoyar el desarrollo rural, especialmente en países en vías de desarrollo donde estos cultivos son comunes.
Regulaciones e incentivos
En la investigación se insta a que se implementen regulaciones, incentivos económicos y políticas de apoyo para mejorar las prácticas agrícolas en estos cultivos, con el fin de maximizar su contribución a la sostenibilidad global.
El investigador Ignasi Bartomeus, de la Estación Biológica de Doñana, sostiene que se necesitan políticas adaptadas a diferentes situaciones, desde incentivos económicos para restaurar zonas naturales en cultivos intensivos a regulaciones internacionales que aseguren un desarrollo sostenible de la agricultura en los países productores.
Esta llamada a la acción es una oportunidad para repensar cómo se integra la agricultura en los esfuerzos por construir un futuro más justo y sostenible, ha indicado el CSIC.