
Málaga, 14 mar (EFE).- Daniel Guzmán inaugura este viernes el 28 Festival de Málaga con su tercer largometraje como director, 'La deuda', una historia marcada por la necesidad de afecto, con la culpa como eje y con una estructura de «thriller» que tiene espacio además para denunciar el proceso de gentrificación.
«En la vida, pensamos que el mundo se mueve por poder, por dinero o por sexo, pero se mueve por necesidades afectivas», afirma en una entrevista con EFE Guzmán, que ya ganó la Biznaga de Oro al mejor largometraje en Málaga con 'A cambio de nada', su «ópera prima».
Guzmán interpreta en la pantalla a Lucas, que convive con Antonia, una anciana, en un piso céntrico del que van a ser desahuciados, por lo que tendrá que tomar una decisión para saldar la deuda contraída.
Para el director, «en el fondo, esto es una historia de amor entre muchos personajes, como Lucas y Antonia, un amor incondicional entre distintas generaciones, que buscan cuidarse, se necesitan y buscan afecto».
Estructura de «thriller»
Insiste en esa búsqueda de afecto como eje, «aparte de que el tema sea la culpa y la necesidad de conseguir un dinero, que esa es la estructura de 'thriller', pero el trasfondo es social y emocional».
Sobre la alusión a los fondos buitre o los pisos turísticos, advierte de que «el modelo de las ciudades ya viene de atrás, y ahora vienen las consecuencias», y considera que «el proceso de gentrificación es el resultado de apostar todo al turismo».
«Los barrios céntricos han expulsado a la gente para explotar eso como activo y que sea el motor de la economía, pero así se pierde la identidad del lugar. Parece que la gente solo pasa por ahí, no hay relaciones humanas y solo bares 'chill out' y todo de diseño».
Según Guzmán, «esto es lo que estructura la película, el detonante de lo que quieren conseguir, no perder la vivienda y que Antonia vaya a una residencia, y está bien que el cine dé este punto de vista».
Una nueva actriz
Respecto al descubrimiento de Rosario García, de 91 años, que encarna a Antonia, desvela que llegó después de ver a más de mil personas mayores.
«Íbamos a centros de día y residencias, mirábamos por la calle, en los mercados y en los parques. Quería que no fuera profesional. Era un riesgo, pero me apetecía mucho».
Al dirigir sus dos primeras películas, dijo que no volvería a hacerlo, y esta salió inicialmente «más sencilla y se complicó después, porque todas las películas se complican».
«Hacer una película es un acto de insensatez y una aventura», reconoce Guzmán, que añade que, si hubiera una próxima, «intentaría no trabajar dentro y fuera», no tener que actuar también.
Lo autobiográfico
En cuanto al componente autobiográfico, subraya que «siempre hay». «Cuando escribes y cuando actúas, les das a los personajes parte de ti, por eso es tan vulnerable nuestro trabajo», señala Guzmán.
A su lado, Itziar Ituño, que interpreta a una mujer atormentada por la pérdida de su hijo, corrobora esta opinión y resalta a EFE «el proceso maravilloso» con meses de ensayos y de «machacar el texto», además de la libertad que le ha dado «para crear».
«Mi personaje está en un agujero, con una depresión muy grande y una psiquiatra, y viene la tabla de salvación que es él, que le empieza a despistar de ese mundo lleno de sombras, a arrojarle luz, sin saber ella que él viene a resarcir su culpa».
